Un mensaje para el uribismo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Como siempre sucede, el nuevo gobierno que tomará posesión el próximo 7 de agosto, vive momentos de euforia que son claramente entendibles. Sin embargo, sería importante para el éxito de la nueva gestión, que afectará el bienestar de millones de colombianos y del país en general, que este estado de ánimo les permitiera escuchar algunas realidades que pueden pasar desapercibidas o peor aún ser rechazadas cuando su consideración podría ayudar al buen desempeño de la administración entrante. Estas omisiones de realidades fundamentales pueden estar siendo ignoradas no solo por los futuros funcionarios que recibirán la responsabilidad de guiar al país durante los próximos cuatro años, sino también por sus seguidores que comparten esa especie de embeleso en que se encuentran, ante el pavor que sintieron por el posible arribo de la izquierda al poder.

El uribismo llegó al país en el año 2002 y terminó en el año 2010, cuando según afirman muchos de esta corriente política, el actual presidente Juan Manuel Santos asume la presidencia de Colombia, traicionando la doctrina de este sector político. Fueron 8 años de manejo del poder y muchos, empezando por el ex presidente Uribe, hubiesen querido permanecer aún más. El punto que amerita ser analizado seriamente es que han pasado 16 años, desde el 2002 hasta el 7 de agosto del 2018, cuando mucha agua ha corrido de manera que la Colombia de hoy no es la misma de hace 16 años. En eso no se puede equivocar la tendencia política que llegará próximamente a manejar el país.

 Son 16 años de cambios significativos: bajó significativamente la pobreza, pero surgió una nueva categoría social que es la más numerosa del país, 36% frente al 24% de aquella compuesta por personas bajo la línea de pobreza. Pero ese grupo que algunos de manera oportunista asemejan a la clase media, se denominan vulnerables porque fácilmente pueden volver a la pobreza si se enfrentan a alguna dificultad. No ha habido hasta ahora por parte del país ni el reconocimiento necesario de ese sector mayoritario y menos aún las respuestas de política pública esperada y absolutamente necesarias para no regresar a 2/3 del país bajo la línea de pobreza. Es decir, perder muchas décadas.

El segundo cambio se refiere al crecimiento de la clase media que hoy supera porcentualmente el que corresponde a la pobreza, 30%. El incremento de este sector de la población es mucho más que un número y su significado se subestima en términos de lo que genera en una sociedad, cuando 1/3 de su población está lista por tener mayor educación y por haber superado la satisfacción de necesidades básicas, para demandar al Estado que no ha logrado garantizar niveles aceptables de bienestar y de distribución del poder y de los beneficios del desarrollo. A esto se suma, algo que se está considerando como un problema cuando en realidad representa un avance en nuestro sistema democrático, tan débil aún. Se trata del Acuerdo Final con las Farc que ha legitimado la protesta ciudadana, que lejos de verse como un elemento positivo de una ciudadanía que se siente en libertad de protestar y demandar se está tomando por parte del uribismo, funcionarios y seguidores, como un gran problema que debe frenarse.

Es una realidad que esta sociedad colombiana estuvo reprimida durante 50 años porque quien protestaba se descalificaba de inmediato como miembro de las Farc. Ahora que ese argumento se acabó, la gente se siente libre para expresar su descontento ante políticas nacionales y ante el manejo por parte de autoridades de problemas locales. Este, señores miembros del nuevo gobierno y sus seguidores, es un país muy distinto al que ustedes encontraron hace 16 años. Una primera prueba ha sido el rechazo generalizado a la salida del futuro ministro de Defensa, que ha dejado ver en claro nada menos que su desconocimiento de un derecho ciudadano consignado en la Constitución del 1991 que nos sigue rigiendo en una sociedad que se siente más libre para expresar sus ideas. 

Por el bien del país, y aunque no lo crean, por el éxito de su gestión, no cometan el error de pensar que la historia no cambia y que podrán manejar los problemas nacionales con mano dura como cuando la población era más pobre y sobre todo, cuando estaba viviendo amedrentada por el duro conflicto armado con las Farc.