El agua: preciado líquido

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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Un ilustre visitante de otras tierras contaba una vez en el siglo pasado que no entendía por qué si en las ciudades de la Costa Caribe llamábamos al agua con tal gusto y distinción al referirnos a ella como el “preciado líquido”, no la teníamos  para el consumo humano: “No lo puedo entender -decía- puesto que esas palabras expresan veneración, nos invitan a dar la vida por ella, a cuidarla y preservarla como a la niña de los ojos para que llegue pura y cristalina a nuestros hogares, no sé pero definitivamente, algo hay entre lo que se dice y lo que se hace para tenerla siempre en casa al abrir las llaves”.

Bueno, ya ha pasado harto tiempo y algunas ciudades costeras lograron superar tan oprobiosa falencia, pero Santa Marta resignada aun la padece. El 15 de julio fue publicada en El Tiempo una crónica muy interesante sobre “las peleas en los barrios de Santa Marta por conseguir el agua”, firmada por el corresponsal Roger Urieles. La situación es grave, el acueducto no produce la cantidad de agua que la ciudad necesita y la que produce sólo alcanza para abastecer al 50 por ciento de la población, mientras la otra mitad se hace matar por obtenerla como sea, como si “la guerra por el agua” que anunciaron para el 2030 “fatalistas y apocalípticos” ambientalistas se nos hubiese adelantado.

En boca de expertos significa que la Planta El Roble genera 380 litros por segundo y la de Mamatoco -sumadas las aguas subterráneas de los 48 pozos habilitados- 800 litros más, para un total de 1.180. Sin embargo -siguen los expertos- el caudal requerido para una cobertura del ciento por ciento es de 2.400 litros por segundo, lo que indica que hay un déficit de 1.220 litros que hace que en más de 40 barrios existan problemas serios de suministro. Es la triste realidad que nos muestra a la gente cargando agua en los sectores más pobres y carrotanques privados llenando albercas y piscinas en los más ricos, abasteciendo a hoteles, restaurantes, comercios y conjuntos residenciales. Lo que nos hace pensar que de alguna fuente clandestina brota esa agua.

Mientras tanto, el Alcalde de Santa Marta, jalándose los pelos, insiste en que la única salida para ponerle fin a esta pesadilla que durante años le ha quitado el reposo a los samarios está en manos del Gobierno Nacional, que debe destinar suficientes recursos para ejecutar el Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado y agrega con semejante desparpajo que “lo que nosotros hagamos, refiriéndose a la Administración Distrital, serán pañitos de agua tibia”. El agua de los ríos que bajan de la Sierra Nevada se está agotando gracias a nuestra imprudencia, ya no hay Río Toribio y Córdoba que aguanten como opciones de solución para el mediano plazo como tampoco esperar traerla del Magdalena en la posteridad.

No creo, Señor Alcalde, que haya que esperar a que San Juan agache el dedo para reposar en los laureles. La ciudad demanda además de la gestión con la que usted sueña, acciones de corto plazo para evitar que las comunidades se maten  por unos pocos baldes de agua contaminada que se les ofrece. Es el momento más apropiado para educarlas con miras a mejorar la convivencia ciudadana y reducir los consumos exagerados, ahorrar hasta la última gota y ser equitativos, compartiendo la escasez de los barrios marginados con los barrios de estratos altos, sectorizando la prestación del servicio para que entre todos asumamos la crisis y nos preparemos para lo que se viene.

defensorías regionales no existe, siquiera, un presupuesto autónomo mínimo. Hagamos el pacto.