15-M, ¿habla el mundo nuevo?

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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



El reciente y en pleno furor movimiento español 15-M y la "ola verde" que se observó el año pasado en Colombia tienen muchas similitudes.

Llamado así por el día de su fundación, lo cual habla de su marginamiento de alguna ideología ya elaborada, el 15-M es fruto del descontento acumulado por años hacia gobiernos, partidos y clase empresarial, y de un clamor por democracia real, honestidad, humanismo, justicia social y protección del medio ambiente. Es contra un sistema y no de coyuntura política.

La "ola verde", aunque tuvo un traje electoral de ocasión, en últimas fue -o mejor, sigue siendo- lo mismo: un descontento con dichas instituciones y parecidas reivindicaciones.

Que el Partido Verde, Mockus o ambos no la hubieran sabido canalizar electoralmente en ese momento es otra cosa. La "ola verde" no se perdió, sigue latente en el ya afianzado mar verde esperando un viento suficientemente fuerte que la eleve de nuevo y la solidifique, ya sea expresada en las urnas o bajo otro fenómeno social.

Es que no es nacional, es global.

Ambas expresiones tienen su mayor fuerza impulsora en los jóvenes, aunque también la conforman personas de otras edades y varios sectores sociales, primando los ciudadanos con preparación académica, pero sin excluir a nadie porque no es discriminatoria en origen ni en pretensiones, acorde con su espíritu igualitario.

El 15-M tiene hoy dos detonantes que en Colombia también existen a su manera: un alto desempleo, en especial de jóvenes profesionales especializados, y una grave crisis de la construcción (recalentada) y del acceso a la vivienda, ambas nacidas de la crisis económica mundial.

También, allí como acá, prima un hastío por la corrupción, hoy en uno de sus puntos más altos en la historia de Colombia. En resumen, con diversas intensidades en algunos temas, el 15-M y la "ola verde" son hijos de la misma sociedad moderna. Incluso, guardando las diferencias culturales, las revoluciones árabes tienen igual esencia.

No es casual su contemporaneidad.

Está renaciendo una conciencia que la humanidad estaba olvidando, amodorrada en ciertas comodidades u olvidada ante urgencias de corto plazo: los ciudadanos de a pie bajo unas mismas banderas, casi siempre cotidianas y sin altas pretensiones ideológicas, tienen una potente fuerza que puede modificar las instituciones más estables y hasta tumbar gobiernos sólidos, sin necesidad de la violencia, en su versión preponderante.

Entre protestas, marchas, acampadas, plantones, y hasta conflictos armados, va quedando claro que las nuevas dimensiones del mundo y los asombrosos avances tecnológicos, trajeron un cambio de mentalidad ciudadana en el planeta y otra dinámica que no han sabido leer los dirigentes.

Pretenden seguir gobernando y dominando al mundo bajo los mismos parámetros y leyes de hace 20 ó 30 años, pero ese desfase está pasando factura: los ciudadanos son más rápidos que la dirigencia y van reclamando espacios propios para los nuevos aires.

Lo que es muy alentador porque muestra una evolución positiva de la raza humana, es el repudio a la violencia (al menos es la tendencia) y la gran preocupación por proteger al planeta, mírese como sentido común, instinto de conservación o un nuevo humanismo.

Esa es la constante que se percibe entre -y pese a- los fieros conflictos políticos, religiosos y económicos dentro de los países y entre ellos, y en medio de los desastres naturales.

¿Habla el mundo nuevo? Es posible, pero las dirigencias siguen sordas y se están llevando un chasco. Según estudios científicos, hasta la forma de pensar dentro del cerebro está cambiando por el uso de las nuevas tecnologías, en especial ante la Internet. Los Indignados o el 15-M, olas verdes o de diversos colores, y otros fenómenos son el signo de ese mundo nuevo que despunta.



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