Bob Dylan y el Premio Nobel de Literatura

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Desde cuando se otorgó el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, surgió en mí el deseo de referirme a ese hecho. Sin embargo, aplacé –casi descarté− ese propósito porque pudiese parecer un ataque al destacado músico estadounidense. Pero no es así.

Este compositor, con excelentes méritos para mostrar sus logros en cualquier galería mundial, nació el 24 de mayo de 1941 en Minnesota, Estados Unidos y actualmente recoge los frutos de su prolífica y exitosa carrera. La Academia sueca lo tuvo en cuenta y le concedió  el Premio Nobel de Literatura 2016. En ese momento no comprendí la razón para semejante reconocimiento a un artista que ejercita una actividad diferente de la del cultivo de las letras.

El mismo Dylan se mostró sorprendido y, con rubor tal vez, aceptó la distinción después de vencer sus propios escrúpulos. Aún hoy, mis reparos a esta premiación siguen en pie. Nadie puede desconocer la importancia de sus canciones, algunas de las cuales se convirtieron en himnos para el movimiento por los derechos civiles y el rechazo a la guerra.

Más de cinco décadas respaldan su trabajo. ¡Qué justo sería crear un galardón tan prestigioso como el Nobel para premiar a músicos de esa talla! Eso sí, por fuera de la literatura porque, por muy sentidas y brillantes que parezcan, esas composiciones no llegan a enriquecer el acervo literario que nos han legado escritores, poetas, dramaturgos y ensayistas a lo largo de varios siglos. Un error de la Academia, pienso yo.

 Pero, mirando bien las cosas, lo de Dylan parecería solo anecdótico, pues dentro de esa benemérita institución se mueven intereses oscuros que comienzan a conocerse. Y es lamentable, pues una consecuencia grave de todo ello es la determinación de no conceder el premio de literatura 2018 en octubre, como ha sido tradicional.

En mayo de este año se decidió posponer la entrega de dicho reconocimiento hasta el 2019. Vergüenza, sin duda, han de sentir los responsables de velar por la donación que desde 1901 el físico Alfred Nobel destinó para apoyar diversas manifestaciones del desarrollo creativo en favor de la humanidad. La corrupción hizo su aparición entre los miembros, todos ellos notables científicos, dramaturgos e intelectuales del mundo.

     “El diario sueco Dagens Nyheter publicó una acusación en contra de Jean-Claude Arnault, miembro de la Academia, por acoso sexual a esposas, hijas y trabajadoras de sus colegas”, se lee en la prensa internacional. “Los medios periodísticos encontraron más escándalos y confirmaron que la Academia estaba enterada de que el nombre de los galardonados era filtrado a casas de apuestas mucho antes de la ceremonia de anuncio y que algunos miembros de la Academia recibieron miles de euros en garantía”. Dieciocho casos de violación denunciados contra Arnault, fotógrafo miembro del jurado, no son poca cosa. Ese cuerpo elector, por causa de dimisiones en su seno, ha quedado sin mayoría para tomar decisiones. Esa es una de las razones para el aplazamiento.

     La decisión de posponer el premio, dice la Academia, “se toma por respeto a los galardonados presentes, pasados, futuros, a la sociedad en general y a la Fundación Nobel”. Mientras tanto, se inicia un período de investigación y reorganización en el interior de la junta para recuperar el prestigio y la confianza perdida por estos escándalos. De todos modos, los ganadores de este año recibirán sus distinciones junto con los que serán exaltados en el 2019.

El Nobel de Literatura solo ha dejado de entregarse en los períodos de las dos guerras mundiales; tampoco se otorgó en 1935, porque ninguno de los candidatos cumplió los requisitos del concurso.