Vale copiar lo bueno, pero…

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Cuando estuve de Alcalde Menor de la Localidad Norte Centro Histórico de Barranquilla apoyé la Fotomaratón “Mira al Centro” que lidera Manuel Alzamora, samario y fotógrafo de profesión que ve a través de la lente de su cámara la infinidad de situaciones que la ciudad desprevenidamente nos ofrece en su alucinante cotidianidad. Debió aplicarse a fondo Manuel con sus gladiadores, porque no contaban entonces con la ayuda oficial, sólo el respaldo de una pléyade de afiebrados fotógrafos aficionados que buscaban un lugar en donde mostrar en negro y blanco y a colores la realidad circundante desde su propia óptica.  

No hubo límites que restringieran la capacidad creativa de los participantes. La regla era la libertad total para concebir, descubrir y registrar lo que los laberintos de la ciudad le dicen o apenas le sugieren en formulas abstractas a las almas más sensibles. Porque, como un libro abierto, ahí está escrita la historia de su vida en calles y avenidas, arquitectura, espacio público, expresiones y vivencias de quienes la surcamos y transitamos con algún pretexto, el del sustento o de un aliento. Lo digo porque las ciudades son entidades vivas, cambiantes y dinámicas que muestran lo que realmente somos, como “la casa que nos habita”. 

Salían en bloque al despuntar el sol. Cámara en mano, centro adentro, en un recorrido azaroso e incierto. Observando, husmeando y analizando hechos urbanos, focos, luces, contrastes, locaciones y protagonistas que guardarían en la memoria digital como imágenes únicas e irrepetibles que trastocan la razón de quienes no veíamos lo que ve el artista a través de sus pupilas y esa penetrante mirada que lo sigue. Al finalizar la tarde, cuando el sol se marcha, estaba listo el expediente: fotos de putas pobres maltratadas y mal pagadas, travestis y borrachos ojerosos y desencajados, los primeros vendedores callejeros soñando con hacer “el nombre de Dios”, indigentes hurgando en las basuras frescas, transeúntes desprevenidos, policías ansiosos recién planchados e iguanas y ardillas andando por encima de la gente para cagarse en ella.

Nunca les insinuó, ni siquiera les recomendó las fotos que deberían tomar. El tema lo daba luego con la especificidad del producto: cultura, arquitectura, patrimonio y tradición, escenas de la vida diaria y personajes.

Pero, quienes por el Distrito de Santa Marta copiaron esta iniciativa no lo supieron hacer. Es la sexta versión que para este año “el fotomaratonista deberá capturar con su cámara esos buenos momentos que han dejado las obras y el cambio que vive la ciudad desde hace más de seis años (…) la idea es que los participantes nos dejen ver cómo una madre disfruta del parque nuevo de su barrio o del niño que juega en el Parque del Agua”. Es decir, poco o nada a la imaginación y a la mirada del fotógrafo. 

Mencionan una categoría artística llamada “Huella Samaria”. Buscan con ella “…ese lugar que deja marcada una huella en el turista, que cuando se va recuerda ese momento que hace que identifique la ciudad…” No logro entender dónde está lo artístico o creativo de la intención que propone Nelson Iguarán Daza, organizador del concurso para las Fiestas del Mar. A mis queridos lectores les pido analizarlo objetivamente, para no cargarme a favor o en contra de alguna, aunque el parecido de la Fotomaratón de Barranquilla con la copia me sorprende, aunque la original, ahora con recursos públicos, no presiona a los artistas libres a fotografiar lo que a ella se le antoja para auto-ufanarse de lo que estaba obligada a hacer en favor de las comunidades.