Finalmente, después de un largo y polarizado proceso electoral, Iván Duque resultó electo como presidente de los colombianos.
Bienvenidas sean las diferencias ideológicas, pero el debate político siempre debe ser con altura, con base en ideas y sin descalificar al contradictor por cuenta de circunstancias exógenas. Duque, además, siempre fue vocero de la esperanza y la reconciliación, pensando en el país y en el grueso de los colombianos.
Sus eslóganes de campaña así lo indicaban: “soluciones, no agresiones” y “el futuro es de todos”. El ahora presidente electo, no necesitó modificar su discurso y sus banderas programáticas durante la campaña, pues él es la representación de lo que significa el Centro Democrático, es decir el centro, con ideas incluyentes y para todos, que además contó con el apoyo de otros grupos dentro de la Gran Coalición. Gustavo Petro, quien boga por políticas pseudo-comunistas irrealizables, trató de modificar y morigerar su discurso y banderas programáticas.
Hasta firmó en mármol que cumpliría con cosas obvias, como son el respeto a la propiedad privada, el respeto a la Constitución y la ley, etc. Sin embargo, los votantes de “centro” de Fajardo o de “izquierda moderada” de De La Calle o de “de ha pro paz” de Vargas, un total de al rededor de siete millones de votantes, terminaron dividendo casi 50/50 sus afectos, con un ligero aumento del voto en blanco, que no hizo diferencia alguna. La realidad política es que Iván Duque, su discurso y sus banderas programáticas resultaron elegidas por más de diez millones de votos.
Le corresponde, entonces, en su gobierno, llevarlas a cabo. Entendible que aquellos líderes políticos, e incluso sus simpatizantes, estén decepcionados y quisieran que el resultado hubiere sido otro.
No obstante, el ahora presidente electo dijo, en toda la campaña y en su discurso después de los pre-conteos de primera y segunda vuelta, que Colombia es un país de todos y que gobernará para todos, sin espejo retrovisor, sin polarización y sin odios de ninguna clase, obviamente bajo sus banderas, que incluyen ajustes a la implementación del acuerdo de paz para rescatar la justicia, el modelo económico de desarrollo a través de la empresa privada y un estado con inclusión social con educación, salud e incluso subsidios, pero para salir de la trampa de la pobreza y no para perpetuarla.
Este es el camino que el Presidente Duque visualiza para todos y quisiera que los ciudadanos y los partidos políticos, sin concesiones, apoyaran. Es, en otras palabras, una invitación a construir el deber ser del país que todos queremos, por todos y para todos. Hay que llamar, por ello, a todos los sectores, incluidos los Progresistas, el Partido Verde y el Polo para que miren “con despacio”, como se dice coloquialmente, lo que significa el Presidente Duque y sus banderas programáticas, dejando a un lado su beligerancia y polarización, pues él encarna la oportunidad que merece el país.
Así, los líderes y ciudadanos que estuvieron al otro lado durante el debate electoral, deben “subirse al bus” y entender que este es el camino, no sólo por cuanto el mismo es el razonable e ideal, sino porque la otra opción no fue escogida en las urnas.
El mensaje es de construcción y no de destrucción y de soluciones y no de agresiones y, por ello, no queda más que desearle al Presidente Duque suerte y buen tiempo y buena mar para su cuatrienio, por el bien de Colombia y de todos.