¿Una democracia urbana?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Pasó la primera vuelta de la elección presidencial y ya conocemos los resultados. Antes de analizar sus implicaciones y que le espera al país en la etapa final de esta contienda electoral, queda una pregunta inquietante que debe empezar a plantearse a ver si algún día se remedia. ¿Se trató en esta ocasión de la expresión real de la voluntad de todo el país? O en esta ocasión como siempre, solo esa Colombia con algún grado de desarrollo urbano fue la que logró expresarse realmente. No es un tema menor que amerita análisis serios y contundentes.

La población rural, contraria a lo que cree aquella que vive en conglomerados, ha dejado de ser marginal en el país. A raíz de la “Misión de Transformación del Campo,” cuyos resultados fueron presentados al presidente Santos en diciembre de 2015, se consolidó una definición de lo rural que se venía trabajando por Absalón Machado desde el 2011. No se trata ahora solo de esa población dispersa que siempre se ha reconocido como rural, sino además de tres categorías adicionales conformadas por: municipios rurales, municipios intermedios y grandes conglomerado, en los cuales hay población que depende del campo, tiene sus valores, su cultura y su fuente de ingresos.  Representan el 30% de la población total del país, es decir, alrededor de 14 millones de personas.

La pregunta de fondo tiene dos elementos; primero, cuantos dé esos millones de colombianos tuvieron la posibilidad de votar, y segundo, cuántos lo hicieron a conciencia y no simplemente forzados a vender su voto a los gamonales respectivos. Con respecto a lo primero, es evidente que la posibilidad de depositar su decisión en uno de los sitios designados por la Registraduría Nacional, puede ser o mínima o nula en muchas regiones rurales del país. Absoluta carencia de infraestructura básica, falta de caminos por lo menos transitables, transporte de mínima calidad, sufren muchos habitantes de sitios lejanos y dispersos. Además, cuánto cuesta y si se dispone de los recursos necesarios para utilizar el transporte cuando existe. Nunca se ha visto una información que permita conocer si esta población ejerció su derecho al voto.

Con relación al segundo punto, si lo hicieron a conciencia, se está empezando a plantear que el ejercicio preferido de nuestros caciques regionales es una forma de fraude electoral. Sería un gran aporte a la democracia colombiana que esta idea hiciera carrera, porque se empezaría a aclarar el tipo de democracia que tenemos. La verdad es que entre estos dos fenómenos, lo que Colombia tiene es una democracia imperfecta y además esencialmente urbana, esta vez por la exclusión de importantes sectores de población rural que o no puede votar o lo hace presionada o estimulada perversamente, por los barones electorales de cada región. 

Ya este tema lo planteó César Rodriguez director de De Justicia con respecto a la votación del Referendo para la Paz, que ganó el no. Según su investigación, el sí estaba precisamente entre quienes sufieron la guerra y querían la paz, pero nunca pudieron expresar su voluntad por muchos de los problemas anotados.

Estos resultados del 27 de mayo, con seguridad han sufrido estos y otros problemas de manera que la pregunta válida es si seguimos ignorando al sector rural del país, y tomando decisiones para todos basados únicamente en lo que creen los que viven en conglomerados urbanos o buscamos remediar esta situación. Es hora por lo tanto de empezar a aceptar esta profunda limitación de nuestro sistema electoral, de esa democracia de la que tanto nos vanagloriamos, y buscar soluciones para ser un verdadero país demócrata.