Sobre el apoyo a la cultura y al arte

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



     La cultura en Santa Marta y en el Magdalena se mueve a pesar de la desidia de las autoridades que, se supone, deberían fomentarla. Esta situación no es nueva: para asistir a eventos artísticos fuera de la ciudad los amantes de estas disciplinas tienen que mendigar el apoyo que por obligación debería brindar la administración pública. Nuestros embajadores culturales se aparecen, motu proprio y contra los inconvenientes que les salen al paso, en los escenarios donde consideran necesaria su presencia. Recuerdo que en una de las Ferias Internacionales del Libro, en Bogotá, gran parte de la delegación del departamento del Magdalena tuvo que vender en la propia puerta del Coliseo de ferias unos ejemplares de revistas publicadas  meses y años anteriores. Solo así pudieron sufragar su regreso a Santa Marta, en bus. Eso, en palabras castizas, se llama mendicidad cultural, situación a la cual ya nos acostumbramos. Pero a pesar de todo, entre nosotros la actividad intelectual se mueve.

     En forma periódica instituciones como Cajamag organizan concursos de cuentos infantiles y juveniles. He tenido la oportunidad de ser jurado en algunos de estos eventos y puedo destacar las muestras de talento que los jóvenes han plasmado en sus trabajos. Generalmente los relatos premiados y los considerados meritorios son recogidos en un libro. Varios colegios de la ciudad también estimulan la creatividad a temprana edad de sus estudiantes. Pero son ruedas sueltas impulsadas por la energía propia de los autores en ciernes.  

     Atrás quedaron los años en los cuales se disfrutaba de tertulias en la Casa de Cultura, en la Casa de la Aduana o en las salas del Banco de la República. Varias veces escuchamos en esos claustros a expositores como el sociólogo Tony de la Cruz Restrepo, el historiador Arturo Bermúdez Correa, los escritores Clinton Ramírez y Martiniano Acosta, entre otros. Inolvidables la charla del poeta y escritor William Ospina y la disertación del licenciado y músico Adolfo Pacheco. Ahora, por fortuna, nos quedan escenarios como los auditorios de la Universidad del Magdalena y la Universidad Cooperativa de Colombia. Pero la promoción por parte de los gobiernos distrital y departamental no se manifiesta como debiera ser. A pesar de esta falta de estímulos, los escritores se lanzan al disfrute de su trabajo. Nunca saben si al final los lectores los favorecerán con la compra y lectura de sus obras pero –se ha dicho muchísimas veces– el solo hecho de escribir es en sí mismo su recompensa. Tal vez por eso la literatura, por ejemplo, es ahora más que nunca una actividad solitaria.

     Los autores reciben de vez en cuando alicientes que les llegan inesperadamente y de lugares alejados de su entorno. Y es esta la coyuntura que me permite hablar en forma personal, aunque no era ese el propósito de este artículo. Debo mencionar, en consecuencia, que la casa Editorial Académica Española ha publicado mi libro “Espejos astillados de la memoria” en la plataforma virtual Amazon. Es decir, esta obra puede adquirirse en forma digital ingresando a su sitio web. Particularmente me complace este hecho porque una empresa editorial de reconocida importancia internacional, con sedes en España y Alemania, se ha fijado en los relatos que modestamente ofrecí a los lectores de mi ciudad. Y… ¡vaya contradicción! El libro que en la Librería Andes en Santa Marta solo cuesta $15.000, la plataforma Amazon lo ofrece por 39.90 euros, más o menos $135.000. Sorpresas y satisfacciones nos da la vida.