Apuntes sobre el idioma en abril

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Parece que los periodistas de radio y televisión se hubiesen puesto de acuerdo para maltratar el idioma cuando hablan, por ejemplo, de “treinta y un casas”, “sesenta y un mujeres maltratadas”

¿Serán capaces de trabajar en “un” oficina y leer “veintiún” noticias en un programa? Increíble que después de estudios en su profesión nunca hayan entendido el tema de la concordancia entre sustantivos y adjetivos. Cuando se trate de periodismo escrito debe prestarse mayor atención, puesto que los lectores tendrán bajo sus ojos –y cuantas veces lo deseen– el trabajo del periodista. Valdría la pena aplicar la autocorrección, pero esta sería imposible si no se sabe cómo corregir.

     Cada año, durante los días previos y siguientes al Día del Idioma, proliferan consejos bienintencionados con el fin de ilustrar a quienes trabajan con la palabra, sobre todo en el campo de la comunicación social. Casos frecuentes de incorrección lingüística tienen su origen en la vinculación de jóvenes sin preparación académica a los medios de comunicación. Las emisoras especializadas en programas de farándula están llenas de animadores que basan su sintonía en expresiones grotescas, que pasan de vulgares a obscenas. Cuentan para ello con un público de bajo nivel educativo, acostumbrado a este tipo de espacios radiales. Por lo general esa complicidad se produce mediante comunicación telefónica. ¡Qué error tan grande es confundir locutores con periodistas!

     Pero hay otros periodistas que no son tan vulgares. Su deficiencia radica en la falta de investigación que requiere su trabajo. Ignoran el significado de palabras de uso diario: por ejemplo, creen que todo homicida es ‘sicario’; que disparar ‘indiscriminadamente’ es disparar rápido; quieren remplazar la palabra motocicleta con la expresión ‘vehículo de dos ruedas’; no quieren decir mujer sino ‘fémina’; dicen moto ‘de alto cilindraje’ sin saber qué significa eso. En fin, consideran que los sinónimos pueden usarse en todos los casos, y eso no es cierto. Uno de esos comunicadores plasmó en un periódico de la ciudad la siguiente expresión como títular: “No alcanzó a tomarse la tercera ale cuando recibió un disparo mortal”. Se nota que en algún crucigrama se enteró de que la palabra ‘ale’ significa cerveza, pero en inglés.

     Es conveniente, ya que de eso hablamos, recordarles que no se debe usar ‘afluente’ con el significado de río. Un río es afluente solo cuando vierte sus aguas en otro; también se le llama tributario. Entonces, pues, todo afluente es río pero no todo río es afluente. Pero el periodismo, en general, sufre grave deterioro también a nivel nacional. Actualmente en la televisión promocionan el lugar indígena Teyuna como sitio de una “belleza exhuberante” (así, con h). Es una invitación que hace el Estado.

     En el plan de estudios de Español - Literatura se trata el tema de los vulgarismos. Deben evitarse, dicen los profesores, no por obscenos sino porque contribuyen al empobrecimiento del lenguaje. Por eso conviene evitar palabras como “cosa”, “algo”, “chisme”, “vaina”, “cosiánfira”, “animalejo” (o “nimalejo”) y muchas otras que, de todos modos, hacen parte de nuestro repertorio lingüístico. Si cada “cosa” o “vaina” tiene su nombre, ¿por qué no usar su denominación correcta? Cuando empleamos esos vulgarismos nos negamos a buscar en nuestra memoria el nombre exacto o sinónimos de cada término.

     Para cerrar este artículo, me viene a la memoria una pregunta que Francisco Santos, como director de Noticias RCN hace algunos años, formuló a un joven protagonista de la película colombiana “Los colores de la montaña”: “¿Tus amiguitos en el colegio no te joden la vida porque ya eres un actor? ¿No te la joden, no te la joden?” Pobre Pachito… ¡Qué trabajo tan extenuante el de los profesores al tratar de corregir errores como esos! Pero… así y todo: ¡Defendamos el idioma siempre; no solo en su día!



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