¿Populismo?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Una de las características de los mediocres es siempre decir que no se puede, y encuentran un problema para cada solución.  Por estos días apareció por ahí un exministro de hacienda a decir que el gobierno entrante tendrá las manos atadas y no podrá reducir impuestos ni reducir sustancialmente los gastos del gobierno.

Las conclusiones del susodicho son ciertas solo si las premisas que las sustentan también lo son.  Según el exministro, Colombia está condenada a un estatismo asistencialista, que de hecho alcanzó proporciones no vistas en tiempos recientes bajo el gobierno Santos.  Este gobierno es el padre del estatismo asistencialista.  Ya Santos nos está llevando a pasos acelerados hacia el castro-chavismo, solo que la mayoría no se ha dado cuenta. 

Disiento del exministro, y creo que el desarrollo que necesita el país no es posible con los tributos existentes ni con el nivel de gastos del gobierno.  Si bien es cierto que los gastos del gobierno son necesarios cuando una economía ha caído en recesión, también lo es que en Colombia el gobierno locomotora de la economía no es necesario desde hace rato.  Intentar mover permanentemente la economía con gastos del gobierno y a la vez subir los impuestos es borrar con la izquierda lo que se hizo con la derecha.  El modelo Santos-Petro hay que desmontarlo porque es el único camino sensato.

La necesidad de reducirle la carga tributaria a las personas naturales y a las empresas y que el gobierno corte drásticamente sus gastos no debería estar en discusión.  Lo único a discutir debería ser cómo y qué tan rápido reducir los impuestos y recortar el gasto público. 

Las personas naturales consumen menos si tienen menos dinero disponible.  Si los consumidores no demandan bienes y servicios, o la demanda por los mismos permanece estancada o cae, entonces las empresas ajustan su oferta a la demanda del mercado. 

Si a los empresarios se les cobran impuestos altos, y encima tienen una enorme carga parafiscal, entonces no son competitivos.  Una menor carga tributaria y parafiscal, ayudaría a que las empresas tuvieran mayores recursos para invertir en tecnología, expansión, contratar más empleados, y en fin, ser más competitivas.  Claro está, que esto debe hacerse sin vulnerar los derechos de la clase trabajadora.  La meta es que los trabajadores colombianos mejoren sustancialmente su productividad para que las empresas puedan ser más competitivas y rentables y a la vez mejorar las condiciones de sus empleados.  La clave es productividad por empleado.

Por otro lado, la estructura tributaria actual desincentiva la inversión directa extranjera.  El criterio principal de las empresas para trasladar operaciones a cualquier país, es la abundancia de talento humano calificado –por la productividad y rentabilidad- pero cuando se analiza la estructura de costos, se mira la parte tributaria, y bajo estos parámetros el ambiente es desfavorable para Colombia.

Las premisas de las que se derivan las conclusiones del exministro se basan en el statu quo y pobre liderazgo.  Para dar el necesario giro de ciento ochenta grados se necesita liderazgo fuerte y un presidente comprometido en gastar todo su capital político sacando adelante las reformas estructurales que requiere la estructura productiva.

Sin pestañear, el nuevo presidente debe reducir impuestos pase lo que pase.  Eliminar entes y programas estatales que no sean necesarios.  Racionalizar la inversión gubernamental y solo hacer inversiones de alto impacto. Ataque frontal a la corrupción, seria eliminación de barreras normativas para facilitar el hacer negocio en Colombia.  El nuevo presidente debe jugársela a fondo por transformar la economía y asegurarse de crecer la torta para que alcance para muchos más, y no –como invita el exministro- a seguir partiendo la misma torta cada vez en pedazos más pequeños. 

Los gastos del gobierno deben ajustarse a las posibilidades del país y no sacrificar el crecimiento ni el desarrollo económico para solucionar un faltante de caja.  El gobierno empresario y motor de la economía es un modelo fracasado, máxime cuando está plagado de corrupción. 

Lo planteado en este sentido por el candidato Duque es perfectamente posible de implementar con el liderazgo adecuado.  La acusación de populismo es injustificada, máxime cuando viene de alguien que ha asesorado a otra campaña.



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