“Reconstruyendo el ayer, se puede hacer un buen mañana”

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


    El gran desastre del mundo latinoamericano y probablemente del universo, es la inflación, éste monstruo letal cabalga con lentitud, pero con firmeza al deterioro de la economía de las naciones y se manifiesta cuando nos enteramos que nuestros ingresos ya no pueden adquirir los mismos bienes o servicio que antes, lo que los obliga a solicitar directa o directamente, un mejor ingreso.

Este virus ha venido atropellando por décadas los países de nuestra América latina y los ha obligado a una constante y persistente aumento de precios y salarios, y nos exige  acostúmbranos a lo inesperado y hasta poder decir que estamos muy cerca de vivir en intimidad con el desamparo y la escasez. Por décadas Haití se perfiló como el país más golpeado por este veneno contagioso, pero, debido a los constantes decaimientos del bolívar (moneda nacional de Venezuela) y la estéril forma de gobierno de Maduro, Venezuela sufre hoy la mayor crisis política, social y económica de su historia contemporánea, hasta el punto de matricularse en una ignominia insuperable. La constante alteración  de precios y la inquebrantable caída de su moneda ha generado un notable desgaste en su patrimonio. El socialismo del siglo XXI no ha podido concentrar sus esfuerzos en recuperar el dinamismo de la economía del país, las medidas que ha tomado, aún siguen siendo infecundas para detener la inflación. El atroz  flagelo se muestra incontenible y se ha convertido en el mayor problema de nuestra vecindad. Éste instrumento azotador inflacionario les va quitando “poder  adquisitivo” y todo el grupo familiar se ve afectado por la disminución del consumo de bienes que componen la Canasta Familiar. Es notable que cada día se encuentran menor número de empresas, menos puesto de trabajo, cada día los salarios se hacen más indignos y, si el deterioro de los ingresos reales continúa, el pueblo se verá sometido irremediablemente a vivir adosado a la inopia , sin que se pueda adoptar medidas que frenen el camino hacía el caos.

La emisión de  billetes sin el respaldo del oro necesario para cubrirlo, obliga al aumento de costos, el cual es otro impasse que altera sensiblemente los equilibrios económicos y muestra una elevada tasa de desvalorización, este hecho ha ariscado a los capitalistas que en defensa de sus bienes huyen del país para buscar refugio en los países en los que la erosión monetaria muestren expectativas económicas interesantes.

Cerca de casi cuatro lustros de gobierno dictatorial, han venido simplificando la estabilidad de la economía, y lo triste es que tampoco han logrado fórmulas que puedan hacer florecer el equilibrio de administrar al país de la forma más conveniente y provechosa, los esfuerzos que se han aplicado para tal fin, aún siguen siendo estériles e improductivas.

La restricción de las ventas de divisas ha dado al “dólar todo poderoso” un valor excesivo que encarecen los productos y disminuyen de manera acelerada el valor de la moneda nacional, hasta el extremo que ha logrado que el venezolano carezca de la capacidad del ahorro, porque al ingresar su dinero en una entidad bancaria o financiera, el poder adquisitivo es están apremiante, que en pocos días, la moneda pierde valor y el monto del dinero ahorrado se hace de menor capacidad.

En los últimos quince años el ritmo económico de Venezuela no ha sido halagador, a pesar de que registra en su historia ser el quinto productor de petróleo en el mundo, hoy también registra la unidad monetaria de menos valor en el continente. Es penoso que en los últimos tres lustros de historia “veneca”, no se pueda narrar con gran “madurez,”  remembranzas de un pasado de vida social estable, sin embargo, un buen acercamiento a la democracia sería, el diálogo con los  opositores. Un gran acuerdo podrán lucir con éxito un buen futuro, y llegar incluso a encontrar el bienestar del país. Hoy todo lo que se haga por mejorar la situación económica y el bienestar del país, es plausible y patriótico y, ante todo inaplazable. En una canción vallenata he escuchado una frase que me parecen supremamente adecuadas para el caso venezolano “reconstruyendo el ayer, podemos hacer un buen mañana”. Un buen logro sería la reconstrucción de una nueva democracia para que los venezolanos en un tiempo no tardío puedan encontrar aquella cosecha, que todos deseamos, de desarrollo, de economía, de verdad y de justicia.