Lo del ojo de la noche

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Eduar Porras es “nuestro ojo de la noche”. Lo ve todo mientras nosotros dormimos y luego nos lo cuenta con el eco auspicioso de Juan Diego Almira. Está ojeroso y ya se le notan las arrugas del cansancio, a pesar de la jarra de tinto re-dulce que consume a diario de mano de las venezolanas que se rebuscan en cualquier parte de La Capital. La misión de “voyerista” que le encomendaron le fascina, siempre llega de primero al lugar de los acontecimientos y se esmera por informar con tanto entusiasmo que a uno le parece estarlo viviendo como si fuera “aquí, en este lugar y ahora mismo”.

En Barranquilla, no sé si lo recuerdan, hace mucho tiempo existió un tabloide vespertino llamado El Nacional, de propiedad de Julián Davis Pereira, muy aficionado al uso de la exageración noticiosa, principalmente cuando se trataba de registrar hechos de “crónica roja”. Los periodistas o quienes hacían sus veces, como Porras, se esmeraban por llevar a sus solicitadas páginas las escenas más escabrosas fotografiadas en blanco y negro (aún no existían las policromías);  pero, cuando el día los sorprendía sin noticias, las inventaban. Antonio Restrepo, periodista residente del Barrio Modelo un día cualquiera reunió a varios vecinos y les pidió que simularan una pelea callejera, los fotografió en diferentes posiciones, redactó la nota en su Olivetti portátil y la llevó corriendo al periódico que sin ambages la publicó con destacado titular a cuatro columnas: “Gran gresca en el Barrio Modelo”.

Traigo a cuento este episodio anecdótico, tratando de entender qué hay detrás de una estrategia de comunicación que cada día se afianza más en nuestro medio. Lo primero, la de Perogrullo, es que así se aumentan las ventas o crece lo que en castizo ya se conoce como “el rating”. La razón más fuerte en la que se sustenta  esta estrategia perversa, es la de aprovechar esa condición humana de desear “ver, oír, oler, sentir o hacer las cosas que social y culturalmente han sido catalogadas como prohibidas” y que algunos sicólogos interpretan como la tendencia, también humana, a buscar “lo sucio, lo impúdico y lo truculento…”

Aunque no estoy muy seguro si este estilo funciona y atrae o por el contrario, genera rechazo y repudio, por la exagerada saturación de todos los espacios noticiosos y el desmedido afán por mostrar en exclusiva y con ayuda (didáctica) de tiza, tablero y cámaras las más horrendas situaciones, escarbando en la intimidad de las víctimas hasta destrozarles la dignidad; siento que este servicio informativo -como lo califican- le hace un enorme daño al país, porque desubica, despista, desenfoca y dispersa nuestra atención haciéndola sensiblera y dócil, manipulable y lloricona frente a hechos que no concitan el análisis y la crítica. 

No es sino ver las ansías en el rostro de cada “ojo de la noche” dispuesto en todas los rincones de Colombia, con las que nos dan los buenos días desde antes de las cinco. Me imagino, sólo como ejercicio para el estrés, como en la historia del Barrio Modelo, que llegará el día que no haya más noticias de esas, que no hayan más postes y árboles a punto de caer, ni más puentes rotos, ni más perros sin bozal, ni más niños cazando a ciegas balas perdidas, ni más incendios súbitos, ni más personas armadas ni atemorizadas ni desempleadas, que no haya más de lo que los medios nos obligan a consumir sin digerir, para que entonces reine la paz y los “ojos de la noche” sean sólo para mirar la luna y las estrellas.