Las horas más oscuras

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

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Escribir sobre Sir Winston Churchill es adentrase en una profunda reflexión sobre la política y el liderazgo.

Recordar, por lo tanto, las lecciones, discursos y enseñanzas de Churchill en las horas oscuras que vive nuestra patria es importante para no caer en errores imperdonables. Es una oportunidad, para aquellos que no han leído y estudiado la biografía de Churchill, ver la película “las horas más oscuras”. Churchill, en esas horas oscuras, le dio al pueblo británico un norte, una esperanza. Los aliados estaban totalmente derrotados en el continente. Holanda y Bélgica habían caído. Francia estaba próxima a rendirse y el ejército expedicionario británico estaba atrapado en Dunkerque. Alrededor de 300.000 efectivos del ejército británico, francés y belga estaban atrapados, sin posibilidades de ser rescatados.

Churchill, sin embargo, se mantuvo firme. No era el político más popular; no fue el alumno más estudioso; era bebedor y fumador compulsivo; trasnochaba, pensaba y dudaba. Pero en ese momento, a pesar de los fracasos anteriores, tan estruendosos como la batalla de Galípoli (un desembarco naval ideado por el mismo Churchill) le llegó su oportunidad de ser el Primer Ministro. Todo lo que había vivido lo había preparado para ese momento. Y por eso, se mantuvo firme. Estuvo solo, muchos años, criticando la política de apaciguamiento. Con un tigre no se negocia cuando se tiene la cabeza en su boca, decía. Así, interpretó en debida forma el querer del pueblo, a pesar de la obstinada oposición de la política de apaciguamiento y paz a cualquier costo, encabezada por Chamberlain y Halifax. Con simbolismos, la V de la victoria, y el uso de discursos milimétricamente forjados, haciendo un uso impecable de la lengua inglesa, despertó las pasiones que en ese momento tenía el pueblo británico que, temeroso, quería enfrentarse y defenderse, pero sus líderes anteriores no lo entendían.

Grande, inmenso Churchill. Al pueblo británico no le ofreció nada distinto a sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, como lo dijo en su primer discurso como Primer Ministro. Finalmente, después de que la Gran Bretaña y el Imperio Británico se encontraban solos frente a la tiranía y el terror nazi, logró sembrar la determinación de lucha y resistencia y la esperanza de victoria, para luego movilizar a todo el mundo en contra de Hitler y lograr la victoria. Lo hizo con coraje, con templanza, con resiliencia, pero ante todo con honestidad, al interpretar en forma debida el querer del pueblo y el mejor interés de la nación. Churchill, premio Nobel de Literatura, ganado, no comprado, maestro de la política, la oratoria y la determinación, es la personalidad más grande del Siglo XX. Como colombianos, estando en estas, las horas más oscuras de la patria, sintiéndonos engañados porque el gobernante de turno no respeto la voluntad popular, debemos prepartos para resistir y luchar. No nos engañemos, la paz se hizo a costa de inocular el cáncer, una posibilidad socialista, comunista o castro-chavista, como la quieran llamar, en el cuerpo institucional del Estado y la nación colombiana. El Acuerdo de La Habana, en caso de que se implemente como lo quieren los políticos de izquierda, defensores o artífices del mismo, nos arrebatará de las manos nuestro país y sus instituciones.

Así, a pesar de lo que diga la prensa de bolsillo del de turno, a pesar del apaciguamiento mal intencionado y construido con recursos públicos y mentiras, debemos resistir y vencer, como Churchill. Sólo falta el liderazgo que encienda la pasión de un pueblo, que quiere vivir en paz y superar las horas más oscuras, de manera que no estemos sometidos a la voluntad de unos cuantos, en virtud de las instituciones que se están construyendo a la medida de unos cuantos.