Para Colombia, particularmente, la lucha contra el narcotráfico ha sido desgastante y, en cierta manera, inútil. Al final del día se asimila a arar en el mar o avanzar en círculos, es decir, no se hace nada o se llega a ninguna parte. En Colombia, el cultivo y procesamiento de sustancias prohibidas trae más problemas por las inmensas ganancias que genera, que por las consecuencias en la salud pública por su consumo. Podríamos discutir infinitamente sobre la conveniencia o no de su prohibición total, libertad total o control parcial y las diferencias de tratamiento entre lo que se llama “soft drugs”, como la marihuana, y “hard drugs”, como la cocaína y la heroína.