Colombia diluida

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Colombia se derrite integralmente; son coincidencias infelices. Al derretimiento de la tierra de hoy ya le han sacado ventaja los derretimientos de la política, de la ética, de la moral y hasta del amor, todo se está escurriendo por cañadas, ríos y quebradas, por entre nuestros dedos.

También se escapan los dineros públicos por las costuras, las rendijas, los agujeros, y la mayor parte -eso lo más vergonzoso-, simplemente sale oronda por la puerta principal en lujosos carros oficiales y privados. Colombia se nos va, física y espiritualmente.

¿Quiénes, cómo y desde cuándo tomaron a Colombia de los dos extremos y la fueron atornillando hasta escurrirle la última gota? Pero…, país tan rico este: cuando creemos que es imposible que salga una gota más, continúa chorreando. Desde que se lo arrebatamos a los españoles le hemos dado contra todo, duro, sin compasión, por todas partes y de todas las formas. Sí, como si fuese prestado… ¿Será que lo es? ¿Y de quién es?

Hemos usado y abusado de Colombia, y ella ahí todavía, erguida aún, esperando quizás mejores manos, más delicadas, más dulces, más consideradas, manos responsables. ¿Llegarán algún día? Y si llegan, ¿llegarán a tiempo?

No es sólo el arrasador invierno repetido sobre montañas, campos, ríos, pueblos y ciudades. Es también un invierno en el alma, es también una avalancha sobre las risas de los niños, es también una riada de lodo que cubre la ternura, el amor, y la bondad. Es peor el invierno que tenemos por dentro que el que nos cubre el cuerpo. ¿Cómo será entonces de terrible?

Aquí hemos tenido todas las herramientas posibles para ser un paraíso, todas las oportunidades, todas las posibilidades de ser felices y de vivir en paz y decentemente, pero no, hemos derrumbado todo, como niños ricos malcriados que se cansan de los juguetes y los dañan porque saben que les darán otros. Es posible, y ya ha pasado, pero no sé: hoy es tanto y en tal variedad y cantidad el daño que ya tengo dudas… La cuenta dura está llegando, la más dolorosa nos la están pasando ahora.

Nos la pasa el clima, la naturaleza, las montañas, los ríos, nosotros mismos, la vida... Tomamos a Colombia y la arrastramos, la atropellamos, la pisoteamos, la ensuciamos, la aporreamos contra todo. Desmoronamos las montañas y los corazones, contaminamos las aguas y las almas.

¿Será posible que cuando retorne la paloma con un ramo de olivo entre su pico, cuando nuestro casco tropiece con un monte Ararat, volvamos a recuperar lo que nos dieron o nos encontramos? ¿Será posible volver a levantar las montañas, apretarlas, sujetarlas y darles forma? ¿Será posible encauzar de nuevo los ríos? ¿Será posible rehacer el armazón?

Y ¿será posible devolver la sangre a sus venas, las lágrimas a los ojos y la desesperanza a la ilusión?, ¿y reaprender la decencia y la civilidad? ¿Será posible tomar las hojas desperdigadas de este libro, secarlas, repararlas, ordenarlas, juntarlas y encuadernarlas?

Una vez este humilde colombiano escribió por ahí que Colombia nos quedó grande. Si, hoy lo creo más: estas altivas montañas, estas llanuras, sabanas y valles, estos dos mares, estos ríos, estos bosques y esta diversidad nos quedó grande. También nos quedó grande esta inteligencia o malicia o como la llamen, y también cierta alegría innata, y también esta creatividad artística sin par, este corazón, ¡eso fue!: nos faltó corazón para albergar tanto, no nos cupo Colombia en el corazón… El alma hizo agua. Atención: se reporta falla humana en un país de Latinoamérica…

Aldaba: De parte del señor coronel César Granados Abaunza, comandante de la Policía del Magdalena, recibí una amable, positiva y respetuosa comunicación, a raíz de un comentario que hice en mi última columna sobre una conducta ciudadana errada de algunos señores agentes policiales.

La recibí con respeto y gran optimismo, pues me queda claro que es un hombre abierto a todos los comentarios con el ánimo permanente de mejorar tan querida y esforzada institución, vital para Colombia. Gracias señor Coronel, sé que Santa Marta, a la cual se suma este humilde samario de adopción, le agradecemos a usted y a sus hombres y mujeres su actitud y sus esfuerzos permanentes para tener una mejor ciudad. ¡Usted honra a nuestra Policía colombiana!