La irracional exuberancia del ministro Cárdenas

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La desaceleración económica de Colombia finalmente nos pasó la cuenta de cobro, y la agencia calificadora Standard & Poor’s bajó la calificación a BBB-. Las razones son conocidas y no pueden ser sorpresa para nadie: alto endeudamiento, bajo y lento crecimiento económico, y recaudación de impuestos insuficiente para cubrir el faltante. Dos de estos síntomas causados por el irresponsable y desaforado tren de gastos del gobierno.

Cuando en el 2016 las calificadoras comenzaron a cambiar su percepción del riesgo país a la baja, el ministro de hacienda fue a los Estados Unidos a calmar los ánimos prometiendo el oro y el moro y les prometió que lograr la paz con las Farc iba a tener un impacto positivo en el crecimiento económico y que la reforma tributaria iba a balancear las finanzas públicas. En síntesis, les vendió el mejor escenario posible –pero el menos probable- y no el más conservador como era lo lógico. Creó expectativas que el país no iba a poder cumplir de ninguna manera. En el mundo de los negocios y las finanzas en los Estados Unidos la regla de oro es prometer menos y hacer más y no lo contrario, que fue lo que hizo Cárdenas.

Las agencias calificadoras miran los indicadores macros como un todo articulado para determinar qué tan saludable es una economía en el presente y a futuro, es decir si tiene la posibilidad de cumplir sus obligaciones financieras. Esto para decir, que más que mirar situaciones coyunturales, miran que tan sólida estructuralmente es una economía. Bajo estas consideraciones estamos perdiendo el año desde hace rato.

La mayor estupidez del gobierno fue haber hecho una reforma tributaria que incluía aumentar el IVA a niveles que iban frenar la actividad económica, precisamente cuando la economía se estaba desacelerando. Le mejoró el recaudo al gobierno pero creó un freno estructural que mantendrá frenada la economía mientras las cosas estén así. Era, y es, claramente una medida que aunque mejora una parte de la ecuación desbalancea la otra seriamente. Soluciona una parte del problema pero no hace nada para resolver los problemas estructurales de la economía y de hecho los profundiza. La mejor opción era una reducción o mantener los impuestos en los niveles que estaban, y un recorte drástico de los gastos del gobierno.

Lo que prometió Cárdenas en Nueva York a las calificadoras de riesgo no se cumplió, y defraudar las expectativas tiene consecuencias. Hay una nota que acompaña la rebaja de la calificación que ha pasado desapercibida y es la preocupación de que se ha perdido de forma importante la capacidad de maniobra de la banca central, es decir, la flexibilidad de la política monetaria y fiscal. Esto es gravísimo y lo estamos viendo. La junta del banco central decidió dejar la tasa de interés en 4.75% porque es claro que las permanentes reducciones de la tasa de interés poco efecto han tenido reactivando la economía. Llegaron a su punto neutral. La supuesta mayor liquidez que estas reducciones le inyectan a la economía para incentivar el consumo no han tenido el efecto esperado.

La incertidumbre del panorama político empeoran las perspectivas porque el riesgo político percibido es alto en estos momentos. No por lo que dijo Vargas, como insinuó Cárdenas, sino por razones diferentes, que incluyen incertidumbre sobre quién ganará y las consecuencias que esto tendrá en todas las variables de riesgo que determinan la credibilidad crediticia de un país. Es absurdo insinuar que Vargas está haciendo populismo cuando el gobierno Santos ha sido el más demagógico en el manejo económico. Ha gobernado infructuosamente para las calificadoras de crédito y de espaldas al pueblo colombiano.

El panorama para el 2018 luce un poco mejor por la recuperación de los precios del petróleo, pero hay que cruzar los dedos para que no caigan nuevamente. Esto mejorará temporalmente la situación fiscal del país, pero no lo suficiente para sacarnos del hueco en el que estamos. Creceremos por encima del 2%, mejor que el 2017 pero todavía muy lejos del crecimiento que necesita el país. Estamos en una encrucijada terrible, y el cuento del manejo ortodoxo de la economía colombiana está perdiendo su encanto. No envidió para nada la posición del presidente entrante. ¡Pobre Colombia!