Menos “garrote”, más autonomía guiada y formativa

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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


Los paradigmas de formación familiar y científica se han ido transformando constantemente, a partir de las diferentes épocas en las que se desarrolla el pensamiento y la evolución de las sociedades. Tanto así, que se busca cada día formar seres humanos dotados de “consciencia libre” a partir de una formación que fortalezca la autonomía, que propenda a la toma decisiones adecuadas y la solución de problemas en el mundo de la vida.


Sin embargo, dentro de los núcleos familiares la realidad es otra, puesto que la mayoría en sus prácticas, comúnmente uno de sus miembros lleva la responsabilidad de la educación, pero  se encarga de la reproducción de patrones con los que fue formado, muchos de estos ya caducos  van en contra de la salud mental del individuo, que posteriormente se traducen en traumas que se reflejan en las relaciones sociales, profesionales y laborales, así como también en la forma de actuar frente a diferentes circunstancias de la vida.

En consecuencia, los argumentos de dichas circunstancias se encuentran amparados conceptualmente dentro de la psicología contemporánea y la sociología. No obstante, muchas tradiciones sociales se rehúsan a transformar los mecanismos con los que se deben educar las personas y consideran que los problemas actuales (uso de SPA, tecnología, delincuencia) que son evidentes, responden a carencias de la formación en el núcleo familiar, tanto así que consideran que las teorías psicológicas nada aportan a la solución de estas realidades.

Aunque el valor de la psicología no es el tema que pretendo desarrollar, si bien es una discusión que vale la pena socializar posteriormente. No obstante, la intención del texto, aunque bastante limitada por la amplitud del tema, es poner en evidencia a partir de testimonios y experiencias, que el uso del “garrote” o formación autoritaria que no permita el libre desarrollo de habilidades en las primeras etapas de la vida, repercutirán en la personalidad de cada individuo, dejando secuelas en su interioridad (psykhe) que se harán presentes en los contextos en los que se desenvuelva.

Hablando con un amigo y colega, me comentaba: “no soy una persona tímida, además que no me cuesta relacionarme con los demás”, también dice que mantiene buenas relaciones sociales. Pero, que “en ciertos contextos, sobre todo entre mis pares y delante de los jefes me siento con miedo, me cuesta mucho expresar mis ideas”. Afirma.

En medio de varias tertulias desde nuestra área de formación (la filosofía) hemos ahondado en el tema y teniendo en cuenta el concepto de poder expreso en la obra de Foucault, contenido que compartimos constantemente, hemos iniciado conjuntamente una búsqueda de los orígenes de tales circunstancias, lo hacemos de una forma jocosa, genealógica e histórica a la vez y hemos encontrado algunas respuestas con nuestros incipientes saberes de psicología.

Es así, que en sus raíces de formación familiar, sus parientes más cercanos y su núcleo directo fueron bastante represivos en sus actuaciones como niño, fue educado bajo el paradigma del temor y la autoridad, donde con solo una mirada se daban indicaciones de aprobación y desaprobación de sus comportamientos.  Además de este paradigma de formación, también existía la “correa” y “chancleta” como “instrumento de corrección” frente a fallas que tuviera dentro de algunos desempeños, ya sea en el colegio o en comportamientos sociales. Y dentro de ese patrón “educativo” quien ejerció la labor fue su madre.

En ese sentido, encontramos en nuestras charlas frente al tema, que la madre del colega, representa la imagen del poder, esto hizo mella en su interioridad durante las etapas de su vida, pasando desapercibido al principio en sus relaciones sociales en varios contextos. Sin embargo, esa imagen de autoridad en su presente se refleja a través de varias personas (ya sean pares, jefes), lo cual conlleva al redescubrimiento de las afectaciones de su pasado formativo y temores frente a esa imagen de poder. Esto es una interpretación, los psicólogos tienen la última palabra.

En consecuencia, aunque el tema abre muchas expectativas para su profundización, de manera apresurada por las limitaciones de los caracteres, puedo concluir que la formación familiar debe coadyuvar a la autonomía guiada por su núcleo, con menos cohibición y sanciones. Más vale el acompañamiento, el dialogo en pro del desarrollo saludable del individuo en sus etapas psicosociales.