En literatura, la Generación Perdida

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Cuando se habla de generación literaria se tiene en cuenta a un grupo de escritores que comparten características parecidas, ya sea en el tema, la forma o el contenido de sus obras. Lógicamente, el término ‘generación’ conlleva la idea de tiempo; es decir, los miembros de una ‘generación’ deben ser contemporáneos entre sí.
En literatura española es importante y reconocida la ‘Generación del 98’, integrada, entre otros, por Miguel de Unamuno, Ramón del Valle-Inclán, Pío Baroja, Antonio Machado y Ramiro de Maeztu. Estos escritores, poetas, dramaturgos y ensayistas nacieron en la segunda mitad del siglo XIX y su preocupación principal giró alrededor de la situación política y social de España. Jamás se resignaron ante la pérdida de sus colonias de ultramar, entre ellas Filipinas, Puerto Rico y Cuba. El último de estos territorios se les fue de las manos en 1898; de ahí el rótulo de ‘Generación del 98’.

     Pero hablando de ‘generaciones’, como decíamos al comienzo, existió en los Estados Unidos un grupo de escritores importantes conocido como la ‘Generación perdida’. De ella tomaron elementos esenciales algunos autores latinoamericanos que varias décadas después asombrarían al mundo de las letras con sus producciones literarias Los escritores de la ‘Generación perdida norteamericana’ presentan importantes diferencias entre sí pero comparten muchos rasgos comunes: En la forma, hacen uso de algunas técnicas nuevas en la narrativa. Ya eran utilizadas en Europa por el francés Marcel Proust (‘En busca del tiempo perdido’) y el irlandés James Joyce (‘Ulises’). William Faulkner, como escritor de la nueva Generación, es uno de los principales renovadores de estas técnicas.

     En general, los integrantes del nuevo grupo literario persiguen una expresión adecuada a su época y quieren mostrar una visión múltiple de la realidad contemporánea, ya sea del profundo Sur de los Estados Unidos, como hace Faulkner con su microcosmos ficticio de Yoknapatawpha, o John Dos Passos en su ‘Manhattan Transfer’. En el contenido percibimos en ellos una actitud rebelde ante la realidad de su época, marcada por la Primera Guerra Mundial;  frente a la sociedad opulenta que empezó a fraguarse después en Estados Unidos, con la especulación y explosión capitalista de los años 20 y contra los valores tradicionales de la sociedad burguesa. Esta actitud rebelde se manifiesta de diversos modos: en Francis Scott Fitzgerald (‘El gran Gatsby’)  en la búsqueda de diversión constante y el aprovechamiento de la vida; en Steinbeck y John Dos Passos, en la crítica de las desigualdades sociales y la miseria; en Hemingway (‘Adiós a las armas’), en la búsqueda del riesgo a través de la acción como camino para conseguir la dignidad personal. Faulkner combina rebeldía (en la forma) y tradicionalismo (en el contenido). En cuanto a la temática, podemos apreciar algunas notas comunes: pesimismo y desconcierto; inutilidad y crueldad de la guerra; análisis de la sociedad norteamericana; conflictos ideológicos: entre progresismo y tradición; civilización y barbarie; igualitarismo social y capitalismo; además, despreocupación en la era del jazz.

     No es casual que encontremos en ‘La hojarasca’ de García Márquez una temática desarrollada por William Faulkner en ‘Mientras agonizo’. Más clara se refleja esta influencia de este autor en ‘La muerte de Artemio Cruz’, de Carlos Fuentes. Así, pues, la ‘Generación perdida’ –nacida del desencanto de escritores que participaron en la Primera Guerra Mundial y vivieron de cerca los “años de la prohibición” en los Estados Unidos– ejerció decidida influencia en los representantes del “Boom” literario latinoamericano. A esta Generación perdida –sobre todo a Faulkner y a Hemingway– deben mucho Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa.