Vivir para escribir/escribir para vivir

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu vida si quisieras escribir un libro de ficción, una novela, y no tuvieras nada interesante que contar, nada bueno que decir, debido, tal vez, a tu escasa experiencia vital, o al hecho de que no le has prestado suficiente atención a la existencia que has tenido, o porque, en verdad, no eres muy inteligente para entender lo que te ha pasado en este valle de lágrimas? ¿Qué harías para escribir si, aún cuando eres consciente de todo lo anterior, insistes con lo de querer ver tu nombre inscrito en la carátula de un libraco de setecientas páginas, sobre un estante del Éxito, al lado de, digamos, "El nombre de la rosa", "El perfume", o, qué diablos, "Cien años de soledad" o "El Quijote"?

Estarías desesperado, vivirías permanentemente frustrado, inhibido, nervioso, lleno de angustia, furioso con la vida, y hasta puede ser que seas consciente de ello, ya que lo normal es que nadie sepa que lo que realmente necesita cuando le pasa esto es ni más ni menos que ponerse a escribir -que quede claro, novelas y nada más-; tanto así que apuesto a que los manicomios y los exorcismos no son sino respuestas equivocadas para las víctimas de la subvalorada enfermedad literaria. Sí, yo culpo a los libros tan buenos que hay, escritos a lo largo de los siglos, de la neurosis colectiva del planeta. Sí, para mí es muy claro que lo que todo el mundo quiere, en el fondo, es ser escritor de obras que cambien las vidas de los demás, que generen tanta admiración como pasiones y cuyas ediciones de lujo valgan lo que un mercado semanal de una familia de clase media colombiana.

Mi consejo, en caso de que sea requerido -y en caso de que este sea tu caso-, es el siguiente: si no tienes nada que escribir, y ni siquiera puedes inventarte nada, porque no te da el caletre para tanto, pues programa tu vida para que vivas las cosas que tienes que vivir -para escribir- antes de sentarte a maltratar el teclado de tu computador: vive de forma deliberada: decide sobre qué cosas quieres garabatear, imagínate el asunto, relámelo, manipúlalo en tu mente, dale forma, y concéntrate en lo que no entiendes de eso, en lo que ignoras, en lo que no puede ser objeto de tu imaginación porque sobrepasa los límites de la misma, y entonces, como si tal cosa, lánzate a vivir para escribir, haz lo que tengas que hacer, para que después puedas imaginar fundadamente, con conocimiento de causa, sobre los pormenores del tema que te ha escogido.

Una vez tengas frente a tí el libro que hayas hecho, supongo, ya no podrás vivir nada nuevo sin antes haberlo pensado, sufrido y escrito. Para entonces habrás redactado tanto y tan frecuentemente que no podrás moverte sin antes haber puesto en el papel lo que íntimamente quieres protagonizar en el día a día de la realidad absurda a que asistimos; y esto será tan así que, finalmente, se invertirán las cosas, pues si antes necesitabas aprender primero, para escribir después, ya no podrás hacerlo de esta forma: con eso de vivir para escribir, tú mismo le habrás otorgado tanto poder a la escritura que te resultará ridículo pretender andar por ahí, dizque viviendo, sin antes haber ordenado tu vida milimétricamente -con letras, con comas y todo- a través del trazado de una historia, que deberá ser la tuya. En ese punto estarás, literalmente, escribiendo para poder vivir tu vida, como pidiendo permiso a los dioses del papel, y no tendrás escapatoria.



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