La ciudad ad portas de un terremoto

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Escrito por:

Arsada

Arsada

Columna: Opinión

e-mail: armandobrugesdavila@gmail.com



Obviamente que la preocupación no tiene nada que ver con la celebración de los XVIII Juegos Bolivarianos. Ni más faltaba.


En los actuales momentos, el mundo se encuentra conmocionado ante la cantidad de desastres que se vienen sucediendo en todo el planeta, a los cuales un amplio número de científicos achacan al calentamiento global, mientras los corifeos de Mac Pato Trump apuntan a fenómenos naturales comunes y corrientes de la evolución planetaria.

Los terremotos sucedidos en estos días, es algo como para preocupar al más optimista. Los dos ocurridos en Méjico con diferencia de pocos días, el primero de una intensidad de 8.1, el mayor en cien años, en tanto que el segundo no obstante ser menor en intensidad 7.1 resultaron más costoso en vidas y daños materiales. Pero igual por estos días también tembló en Guatemala, e inclusive en Becerril (Cesar) este último con una  intensidad 4.5. 

Lo anterior nos tiene que dejar sumamente preocupados Nuestra ciudad está expuesta, por condición de nuestra posición geográfica a sucesos tales como maremotos, huracanes, ciclones, deslizamientos y terremotos; el problema radica que para ninguno de ellos estamos preparados.

En lo que se refiere a los terremotos, la posibilidad que suceda es más que justificada dado que la ciudad se encuentra bordeada por tres grandes fallas: la primera de ellas denominada Falla de Oca, la segunda denominada Falla de Santa Marta-Bucaramanga y una tercera que es un ramal que se desprende de esta última conocida como la Falla de Santa Marta; luego, el asunto es serio y amerita nuestra atención. 

Así lo señaló, Priscila Celedón, miembro del grupo de investigadores de la Corporación Autónoma del Caribe, quien manifestó que la posibilidad de un terremoto en el área, era casi inminente.

Pero todo parece indicar que los samarios estamos haciendo oídos sordos a semejante posibilidad de desastre, sobre todo la administración distrital a la cual le tocaría enfrentar semejante situación desastre.

No olvidemos que la ciudad fue sacudida por un terremoto en 1834 y su impacto fue devastador. La Catedral perdió las torres, y media naranja; la iglesia Santo Domingo, ubicada en donde se encuentra hoy la Gobernación, perdió la torre entera y la mayor parte del templo, desapareciendo más tarde por sustracción de materia; la iglesia San Francisco perdió la capilla.

Y por último cien casas fueron totalmente destruidas y muchas edificaciones resultaron averiadas. La ciudad quedó despoblada. Nadie quería saber de ella. No desapareció quizás por su extraordinaria posición geográfica.

Señor Alcalde: el asunto es de fácil ejecución; aprovechemos los XVIII juegos e iniciemos una campaña tendiente a orientar a la ciudadanía en torno a la posibilidad de un fenómeno telúrico y lo que tendría que hacer la comunidad en caso de presentarse.

Para ello sólo sería necesaria la colaboración de la Defensa Civil de una parte y de la Secretaria de Educación por la otra. La primera con su personal especializado y la segunda con el aporte práctico que harían los estudiantes de décimo y undécimo grado, para lo cual, obviamente el Distrito tendría que colaborar con la implementación requerida para estos casos.

En este último aspecto es donde la cuestión se complica porque hasta donde tengo entendido varias instituciones a muchos docentes se les debe salarios desde hace varios meses, situación que no entiendo ya que esos dineros supuestamente vienen de Bogotá por lo que tal incumplimiento no tiene fácil explicación.

El no estar preparados para un fenómeno telúrico semejante y que el mismo nos tomara con los pantalones abajo por no contar con advertencia alguna, vaya y venga, pero preavisados de ante mano, por especialistas en la materia, sería un acto que bordearía lo criminal por parte de las autoridades del Distrito.

Por favor señor Alcalde haga algo antes que sea tarde, otra tragedia como Armero no la soportaría este país.


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