¿Qué nos quedó de la visita del Papa?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



A Colombia llegó un Papa anciano pero rozagante y devolvimos un chupo con un ojo colombiano.  Una marimonda más, y hubieran tenido que subirlo cargado al avión. 
Fue una visita única porque por ser latinoamericano y entender perfectamente el contexto de nuestra realidad, pudo darnos un mensaje claro, pertinente y sin intermediarios.  Su figura carismática y bonachona ayudó a que Colombia cayera rendida a sus pies.

No dijo nada nuevo.  Simplemente actualizó el mensaje comunicado hace más de dos mil años, y lo hizo relevante a nuestra situación.  No había terminado de despegar el avión que llevaba al Papa de regreso, cuando ya muchos tomaban apartes descontextualizados de su mensaje para atacar a los que no piensan como ellos.

La cizaña se transfiguró en Uribe.  Lo que yo entendí fue un llamado fraternal a deponer el odio y a salir al encuentro del otro.  Cizaña más que ser una persona determinada, es el esfuerzo, venga de donde venga, por dividir a la sociedad.  Hoy esos esfuerzos vienen de todos los lados.

No podemos ser desagradecidos con Uribe, ya que bajo su liderazgo el país recuperó la viabilidad.  Tengo serios reparos a su persona, y jamás se me ocurriría presentarlo como un adalid de la moral, pero en términos prácticos, lo hecho por Uribe hizo posible la negociación de La Habana.  Uribe es hoy un hombre equivocado que no logra entender la magnitud e importancia de lo único bueno hecho por Santos.  Sin embargo, nadie puede dudar que Uribe es un patriota.

¿Cuál es la verdad que el país cree necesitar para reconciliarse?  Nuestra historia, sobretodo la reciente, es una historia construida con verdades a medias y siempre exculpatorias de la parte que la escribe.  Las partes en conflicto cometieron crímenes abominables.  Aquí no hay inocentes.  Preguntar quién dio el primer golpe es retórica inútil porque no resuelve nada.

Es verdad que la guerrilla no logró tomarse el poder porque era más corrupta que el estado al que decían desafiar por corrupto.  Entre más fuertes se volvían militarmente como consecuencia de su actividad criminal, más se alejaban de la meta de llegar al poder; toda una verdadera implosión moral que logró que casi el país entero los odiara visceralmente.  La guerrilla se suicidó como proyecto político el día que involucró a la población civil en el conflicto.  Es risible que hoy pretendan presentarse como la alternativa decente frente a la corrupción.

Otra verdad que no le gusta al centralismo, es que la presencia diferenciada del estado abandonó a gran parte la población colombiana a su suerte, y de paso creó las condiciones para que florecieran los gobiernos irregulares, fueran estos guerrilleros o paramilitates.  Las elites capitalinas son los autores intelectuales de la violencia política en Colombia.  Ni que decir de los crímenes cometidos por agentes del estado, cuya impunidad es justificada por la doctrina de seguridad nacional o cualquier otra…y esto por décadas.

En estas circunstancias es iluso querer construir un futuro con base en una historia falsa tejida solo con titulares sesgados de prensa.  La mayoría de los colombianos tenemos un entendimiento de nuestra historia tan profundo como un espejo, y esto nos dificulta seguir adelante.  Por otro lado, pretender que se sepa toda la verdad sobre todo es tonto.  Hay verdades sobrentendidas.  Las únicas verdades que deberían interesarnos son aquellas que ayudan a la reconciliación.  El resto de las verdades solo sirven para mantener vivo el odio, y es mejor dejarlas quietas.

Lo firmado en La Habana dista de ser perfecto, pero esto es por definición la esencia de toda negociación.  Sin embargo, es mejor alternativa que el conflicto.  Contradice el espíritu de encuentro y dialogo querer negarle espacio político a la guerrilla; además equivale a darles la razón cuando decían que la lucha armada era la única opción.  Si tanto miedo le tenemos a la izquierda reinsertada y a la izquierda en general, tenemos que ganarnos la mente, el corazón y los votos de los colombianos, demostrando con resultados que todavía somos la mejor opción.  La guerra hoy es en las plazas públicas y en las urnas y ya no con fusiles sino con ideas.  Nos corresponde estar a la altura de las circunstancias.

Fue bueno para el país haber reflexionado bajo la guía del Papa.  Pero no olvidemos que su mensaje fue sobretodo de esperanza, y que en el nos animaba a no quedarnos en el primer paso porque nuestra mejor opción es caminar hacia adelante.