Preparémonos para los desastres naturales

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

e-mail: jplievano@outlook.com



No hay duda de que el efecto de la humanidad sobre la naturaleza ha causado que se presenten, más a menudo y con más virulencia, desastres naturales.
El huracán Irma, que afortunadamente bajó su intensidad al momento de golpear a la Florida, causó recientemente un fuerte impacto en dicho Estado.

Varias islas del Caribe, San Bartolomé, San Martin, Barbuda, Anguila, las Islas Vírgenes Británicas y las Islas Vírgenes Estadounidenses no fueron tan afortunadas, y su paso dejó graves daños. En Cuba, los daños también fueron considerables, consecuencia de los vientos y de las inundaciones.

Tampoco se salvaron República Dominicana y Haití. En todas las islas y en la Florida, los habitantes tuvieron que ser evacuados de ciertas zonas. Irma atravesó el Caribe, llegando a ser un huracán de categoría 5, la máxima, con vientos de 300 kilómetros por hora, reduciendo su intensidad a 4, en un primer aterrizaje al sur, y finalmente a 3, haciendo un segundo aterrizaje en Tampa. Irma, en su paso, dejó un total de 55 pérdidas humanas.
Previamente a Irma, México sufrió un sismo de 8.2 grados en la escala de Richter. El sismo tuvo su epicentro en el sur de México, lo cual, al final del día, significó que su impacto fue relativamente menor, al no haber afectado masivamente la Ciudad de México. No obstante, el sur sí sufrió daños y se presentaron un total de 100 pérdidas humanas.

Nuestro país también ha sufrido catástrofes naturales. La más grave, que recuerdo, la de Armero en 1985. Recientemente, en el Huila y en el Putumayo, por los fenómenos del niño y la niña, también se presentaron avalanchas, desbordamientos de ríos y quebradas y la pérdida de viviendas, vías y puentes, y lo más grave, para el caso del Putumayo, más de 300 pérdidas humanas reportadas. En la Costa Atlántica y la Sabana de Bogotá, también se presentó el desbordamiento del río Magdalena y el río Bogotá. Cómo olvidar el desbordamiento del Canal del Dique y la inundación de la Universidad de la Sabana. La verdad sea dicha: será recurrente el incremento de los fenómenos naturales catastróficos. Por ello se requiere tener conciencia ciudadana y una política de Estado destinada para abordar, básicamente, dos asuntos. En primer lugar, debemos ser conscientes de que los fenómenos naturales virulentos, de cosecha reciente, son en su mayoría el resultado de la mano del hombre sobre la naturaleza. Esto implica que debemos cuidar mucho más el medio ambiente. No es cuestión de limpieza o estética. Es cuestión de supervivencia de la misma especie, y de todas las otras especies en el planeta.

En segundo lugar, los particulares y el Estado deben estar preparados para esos fenómenos. Se debe contar con mejores obras de infraestructura que permitan, por lo menos en cierta medida, aguantar los embates de la naturaleza. En el caso de los sismos, la norma técnica ha incrementado los requisitos para así volver las construcciones sismo resistentes. No obstante, falta mucho por hacer en construcciones de vieja data. Para el caso de las inundaciones, el primer frente debe estar en cuidar las cabeceras y las rondas de los ríos y quebradas. Igualmente, hay que reubicar las viviendas que estén en las zonas de peligro. Finalmente, se deben canalizar ríos y quebradas cercanas a las poblaciones. En fin, el Estado colombiano tiene que poner manos en el asunto para tratar de mitigar el impacto de cualquier tipo de fenómeno natural sobre el país y sus ciudadanos, con obras, normas y, sobre todo, con cultura ciudadana.