Iglesias subterráneas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Una de las formas de supervivencia o de salvaguardia de los humanos ha sido guarecerse bajo tierra.
La ocultación de ciertos sitios es una forma de invisibilidad garantizada en espacios subterráneos. Llámense cuevas, grutas o catacumbas, así funcionaron centros rituales, congregaciones políticas, delincuencia, cementerios, almacenamiento, custodia de tesoros o personas y, en general, todo aquello cuya existencia debía estar ajeno a la vista pública. Lo subterráneo tiene muchas historias interesantes qué contar.

Las primitivas iglesias cristianas se caracterizaron por su clandestinidad, dice la historia. En Belén, la Basílica de la Natividad de Jesús está erigida sobre una cueva, conocida como el Portal de Belén. El Cementerio de San Sebastián, en las catacumbas romanas, alojó los restos mortales de San Pedro y San Pablo; hoy, el Vaticano está erigido sobre las cuevas que sirven de tumba a San Pedro. Después, las Catedrales de Sal de Zipaquirá o de Weliczka, aparecen como tributo a la fe cristiana. En China, como en Cuba y otros países comunistas, existen las iglesias clandestinas, algunas bajo tierra; en Irán, aparecen las subterráneas para custodiar la fe cristiana.

Etiopía muestra una particular colección de ellas, además del interés cultural e histórico que conlleva. También las han denominado la octava maravilla. En Lalilbela, al norte del país africano asolado por una pobreza extrema, se encuentran once construcciones medievales talladas en roca firme, de 40 a 50 metros bajo tierra. Etiopía, el país cristiano más antiguo, fue oficialmente declarado así desde 330 DC. Cinceladas en forma de cruz, las iglesias aparecen en las Tierras Altas; el Techo de África, le dicen. Nación mestiza que se surte de las tradiciones africanas y árabes, fue allí donde floreció el imperio de Askum, puente entre el Imperio Romano y el Cercano Oriente, dónde se arraigó con mucha fuerza el cristianismo, gracias a la conversión del Rey Ezana, en el año 325 de nuestra era, por los tiempos del Emperador Constantino.

Los ortodoxos etíopes, 60% de la población, peregrinan a Lalilbela, región lejana a Adis Abeba, gracias a su escabrosa geografía y al valle de Rift, lo que permitió la conservación de sus misteriosas iglesias, catalogadas por la ONU como Patrimonio Histórico de la Humanidad: Miles de visitantes arriban cada año. Se referencia su construcción durante el mando de la Dinastía Zagüe, descendientes directos de los Askum. A lado y lado del Canal de los Yordanos se sitúan esos misteriosos templos enclavados en la roca. Un camino ritual recorriendo los templos representa los dogmas cristianos primitivos ortodoxos: Natividad, Pasión de Cristo, Bautismo o Resurrección, son pasos obligados. Las pinturas que los decoran son un collage de sus tradiciones. Unos 50 kilómetros al Norte, está el mausoleo de la dinastía Zagüe, debajo de la Iglesia Yemrehanna Kristos.

La pregunta del millón es: ¿quién construyó esos santuarios? Unas teorías atribuyen su talla a los Caballeros del Temple durante el Siglo XIII. Otros afirman que el Rey Lalibela ordenó su talla a finales del siglo XII, luego de su visita a Jerusalén antes de que fuera ocupada por los musulmanes, con la intención de dar la bienvenida a esa Nueva Jerusalén. Más fantástica, otra tesis señala a los ángeles como los constructores, quienes a órdenes de Lalibela las erigieron en una sola noche. No todas las iglesias sobreviven, pues el peregrinaje, el turismo, el abandono durante muchos siglos y el implacable paso del tiempo hacen su devastador efecto destructivo. Biete Medhane Alem, la iglesia monolítica más grande del mundo, está protegida por una plancha de metal colocada por la UNESCO para evitar una mayor erosión. Las paredes del Biete Abba Líbanos tienen algunas grietas alarmantes.

Quién y cómo talló los templos, poco importa. Lo verdaderamente valioso es el significado espiritual para los etíopes, quienes nunca dejan vacío ninguno de esos sitios.

Apostilla 1: Tan desprestigiados están los poderes públicos y los órganos de control del estado, que hasta los mismos políticos se alejan de las pestilencias de sus partidos para lanzarse en la búsqueda de firmas para sus aspiraciones presidenciales. Como si con eso olvidáramos su poco recomendable pasado y nos convencieran de elegirlos.

Apostilla 2: Pésimo planteamiento de Pekerman ante Venezuela. Esperemos que frente a Brasil escoja mejor los jugadores y elija un sistema que regrese a lo que hizo exitosa a Colombia: tenencia y manejo del balón.