Metástasis de un cáncer llamado corrupción

Columnas de Opinión
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En esta ocasión acudiré a Platón y su obra La Republica. No para hablar de filosofía, sino para analizar la situación política de nuestro país. Precisamente, el filósofo griego, consideraba al Estado como una persona en todo lo semejante a un ser humano.
Analizaba lo justo y lo injusto, demostrando la necesidad moral del individuo y el bien como principio de orden para las sociedades. Para él, la política depende de la moral para que una sociedad sea perfecta  y feliz.

En estos tiempos, no es necesario hacer una retórica de diálogos, para determinar qué cosas son y no son justas. Es suficiente echar un vistazo a nuestra sociedad, para darnos cuenta que lo injusto es que los políticos se roben la plata y el pueblo se muera de hambre. No necesitamos hacer un análisis mayor, para determinar lo carente de la moral, no solo en la clase política, que se hace elegir comprando conciencias, sino en el mismo pueblo, que vende lo más sagrado que puede tener una democracia, el voto.

Una de las peores, o quizás la peor enfermedad que puede sufrir un ser humano, es el cáncer. Prácticamente, es una sentencia de muerte. Lamentablemente, eso es lo que está padeciendo el Estado colombiano, un cáncer llamado corrupción, se ha regado por todos los órganos y nos está matando lentamente. Es preocupante, para nosotros como ciudadanos, darnos cuenta que no hay un solo rincón de la institucionalidad donde no haya penetrado este mal.  

No estaba equivocado Platón en la semejanza de los Estados con las personas y, mucho menos, en la necesidad de la moral en la política para poder hacer el bien. Como individuos, si no acatamos las normas morales, nos desviamos de lo que socialmente es considerado como correcto. Si no tenemos hábitos de vida saludables o heredamos factores genéticos, somos más propensos al temido cáncer.

Esta es la radiografía de nuestro Estado. No fuimos colonizados, sino invadidos. De ahí heredamos la violencia. Estamos gobernados por políticos clientelistas, que para nada piensan en el bien común; solo actúan para sus propios intereses, conocen poco y nada de moral. Aparte de nuestros factores hereditarios, no tenemos hábitos saludables en la práctica de la política. El resultado no podría ser otro. Si como personas no actuamos bien, nos va mal; y si no nos cuidamos, nos enfermamos. ¿Qué otra cosa podríamos esperar?

Este cáncer esta haciendo metástasis, se ha regado por todos los órganos vitales de nuestro Estado, ha invadido todos los poderes públicos. Campañas presidenciales, la contratación estatal, el senado, la justica, el sistema electoral y, como si fuera poco, lo que faltaba, las altas cortes. Es increíble, como aun no nos ha matado esta enfermedad. Como si no fuera suficiente, ahora pretenden introducir un virus altamente mortal llamado Farc, este si nos puede llevar a la muerte.  

La corrupción, penetró todos los estratos de nuestra sociedad. La vemos paseándose por los sectores más humildes de las poblaciones, comprando conciencias en épocas electorales, la observamos en las incontables obras inconclusas a lo largo y ancho del territorio nacional, la notamos en las leyes que sacan los senadores para favorecer a unos y joder a otros. Casi que nos estamos acostumbrando a convivir con ella.          

No podremos tener una sociedad ordenada, perfecta y feliz, mientras no curemos al Estado de esta enfermedad. Mientras el bien común no sea la finalidad de la política y esta no se haga con moral, seguiremos enfermo. La cura la tiene el soberano pueblo. Precisamente, es el primero que debe tomarse la medicina, una dosis permanente de moral al momento de elegir. No vender el voto. Comencemos con el tratamiento, encomendémonos al todo poderoso, para salvarnos de la metástasis de un cáncer llamado corrupción.