Coleccionistas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Casi que cada ser humano ha tenido o tienen alguna colección. Limitada o infinita, variada o monotemática, valiosa o no, tienen un significado especial para el dueño.
Se colecciona todo: arte, carros, estampillas, bolígrafos, escritos, fotos, pinturas, en fin; todo es compilable. Existen inventarios previsibles y extraños; van desde pequeñas muestras hasta catálogos completos; el ser humano siempre ha agrupado objetos con algún sentido, demostrando el gusto del poseedor. Cada quien atesora a su modo para su propia satisfacción.

Desde la antigua Mesopotamia se sabe que la princesa Ennigaldi atesoraba objetos que para ella eran antiguos y valiosos. Descubierto por el explorador Leonard Woolley, se le considera el museo más antiguo conocido. En 1471, el Papa Sixto VI donó al pueblo romano los museos capitolinos; entre los objetos de incalculable valor simbólico está la famosa loba que amamanta a Rómulo y Remo. Posteriormente, en 1506, el Vaticano abrió su propio museo, que alberga no sólo los objetos exhibidos al público, sino muchísimos más que no están disponibles para el visitante. Vendría luego una sucesión de colecciones debidamente clasificadas con libre acceso. Berlín, Nueva York, Ciudad de México, Roma, Londres, París, Atenas, Washington y Madrid son las ciudades la mayor oferta de muesos y, quizás, con los más interesantes; muchos de ellos, gratuitos. Días enteros no alcanzan para recorrerlos y apreciarlos.

Museos extraños encontramos en Guanajuato, con sus momias; perfumes en Colonia, Alemania, del espionaje en Washington, donde se exhibe el famoso carro de James Bond que apareció en la película Goldfinger; el museo del salero y pimentero en Alicante, con un hermano gemelo en Gatlinburg, Tennessee, y hasta el Museo del Mal Arte, en Boston. Créanlo: ese lugar tiene visitantes y admiten donaciones de obras, si así es posible llamarlas. Tecnología jurásica, mostaza, inodoros o tachos de basura. Todo es coleccionable. A menor escala, las colecciones privadas son interesantísimas. Cuando las mencionan, de inmediato nos remitimos al arte; indudablemente, únicas algunas, hermosas e inestimables casi todas, importantes en su mayoría, que pueden alcanzar los USD 3000 millones. Pero también las hay temáticas: carros, aviones, relojes, joyas, aerolitos, vestiduras, amonitas y todo cuanto objeto haya sido creado o descubierto por los humanos.

Hacia 1937, Walter Benjamín se interesó por estudiar el coleccionismo después de conocer al coleccionista Edward Fuchs; sensibilidad ligada a un “pathos”, afirmó. Los psicólogos modernos asocian esa conducta a megalomanía y otros trastornos como avaricia y usura. Dijo Cicerón que es un modo de expresar el control sobre aspectos de nuestra realidad: nuestra autoafirmación. El coleccionista está motivado por el deseo de posesión, la necesidad de una actividad, el propósito de autosuperación y admiración, y hasta la idea de autoclasificarse, creen los expertos. Pero también, una oculta vocación artística y estética que se expresa mediante la recopilación de objetos.

Cada ser humano casi que inequívocamente ha tenido alguna colección, pequeña o grande, de valor pecuniario limitado o importante, pero de particular interés y gran estima para quien atesora objetos o, incluso intangibles. Entre las colecciones extrañas, dignas de record Guinness, encontramos muñecas Barbie, cabellos de celebridades, autógrafos, barras de jabón, tostadoras, máquinas de preparar café, cámaras fotográficas (por cierto, una de las mejores del mundo está en Bogotá), gaseosas, artículos promocionales de Mc Donald´s, etc., etc., etc.

Mis colecciones son más espirituales que materiales: experiencias, viajes, momentos y fotografías, además de libros y especias de muchos lugares: mi pequeño Marrakech. De casi nulo valor pecuniario pero de infinita carga emocional. Algunos amigos tienen inestimables recopilaciones dignas de museos de múltiples objetos. Desde arte indígena antiguo hasta discos incunables, pasando por toda suerte de artículos, incluyendo revistas y recortes temáticos de periódicos, camisetas de fútbol o fotografías de celebridades. Nuestros deportistas colectan triunfos y más triunfos; nuestros artistas más y más reconocimientos; las celebridades de farándula, muchos premios; y los científicos ingente cantidad de galardones. Llama la atención la histórica colección de atrocidades de muchísimos de nuestros gobernantes para con sus dirigidos, la competencia de algunos partidos políticos por tener el mayor número de condenados. ¿Qué colecciona usted?

Apostilla: ¿Cómo entender el aleve asalto a la Ruta de los Grafitis en Bogotá? Si bien limpiaron las paredes de mucho vandalismo, destrozaron buena parte de la memoria de ese arte urbano. Una perla más para la colección de abusos de los gobernantes.