EL INFORMADOR, custodio de nuestra historia

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Nace el día, y sol que asoma por Mamatoco empieza a calentar los cerros samarios; las nubes se visten de irisados colores alegrando el amanecer, y la ciudad apenas despierta. Los primeros contertulios se reúnen en la esquina nororiental de Avenida Campo Serrano con la Calle Burechito, muy cerca del INFORMADOR. Allí, con el primer café de la mañana conversan mientras comparten las incomparables empanadas de Rodrigo, el voceador del diario que tiene los ejemplares colgados ordenadamente en su atril metálico. En los corrillos se comentan los aconteceres divulgados por el periódico: desde los titulares en la primera página hasta las noticias deportivas, pasando por notas sociales, artísticas, editoriales, obituarios, anuncios publicitarios: un poco de todo. Los personajes se reúnen siempre en ese lugar de encuentro y, como en un sketch teatral, aparecen y desaparecen de escena a la misma hora, a veces con el mismo parlamento: “todo se sabe, menos lo de anoche”, repiten siempre. La cotidianidad samaria de aquellos inmemoriales tiempos…


Santa Marta y EL INFORMADOR han caminado de la mano desde hace cincuenta y nueve años, cuando Don Pepe Vives de Andreis abrió por primera vez las puertas del más importante rotativo magdalenense. Coincidía su inauguración con la posesión del primer presidente del Frente Nacional, Don Alberto Lleras Camargo. Desde entonces, la historia de la región siempre quedaría consignada en las páginas del diario insignia del Magdalena Grande.

La década de los 60 cambiaba al mundo, y Colombia no era la excepción. El Magdalena Grande, tampoco. Se escindió inevitable en tres departamentos hermanos, y las gobernaciones recayeron en famosos personajes de la vida pública nacional. Nacho Vives en La Guajira ocupa por primera vez el máximo cargo en 1963, y Alfonso López Michelsen, cachaco de acendrado ancestro vallenato, haría lo mismo en 1967. La casa periodística narró detalladamente y paso a paso los acontecimientos que condujeron a esas separaciones, lo mismo que el primer Festival Vallenato, cuando el mítico Alejo Durán dio cátedra de incomparable acordeón, compases únicos y sabor autóctono. Las páginas del diario samario son fuente fidedigna.

En 1968, el fútbol magdalenense irrumpió colosal: el otrora glorioso Unión Magdalena se colgó la única estrella que adorna su uniforme. Dramático partido el de la final; la fotografía en blanco y negro del Moncho Rodríguez sólo contra el mundo marcando el gol definitivo que le arrebató el título al Deportivo Cali, archifavorito, quedó plasmada en la portada del INFORMADOR. Es que el fútbol está en los genes caribes.

Empero, la competencia del INFORMADOR en el viejo Magdalena era la radio. Otros diarios samarios competidores desaparecieron, algunos nuevos emergieron, llegaron de otras ciudades, pero los radioperiódicos locales del mediodía capturaban las preferencias de los oyentes después de leer EL INFORMADOR, siempre la primera consulta noticiosa. La radio ampliaba las noticias matutinas o traía nuevas noticias. Hoy, con la evolución de los medios tradicionales y el florecimiento de los nuevos canales, el decano de la prensa escrita sigue ahí, vivo y vigente.

El sol se despide parsimonioso. En el Camellón, los paseantes comentan las crónicas del día, mientras morigeran con el céfiro marino el calor remanente. Algunos, sentados en las bancas contemplan el bello colorido del atardecer, aprovechando los últimos destellos de luz para terminar de leer un ejemplar del Informador: lecturas dormidas a medio día que ahora se completan a pleno. En parques y terrazas de toda la ciudad se repite la escena. Lejos de allí, Don Pepe Vives, siempre de elegante blanco, toma el descanso vesperal en la terraza de su casa de la Avenida del Libertador (donde hoy está la sede del diario), apoltronado en el amplio sillón mientras reflexiona acerca del acontecer nacional y cómo volcarlo en el impreso del día siguiente.

A todos nos acompañan virtudes y defectos, y EL INFORMADOR no es la excepción; nada ni nadie lo es, de hecho. Pero la herencia de Don Pepe continúa signada en su descendencia, hoy al frente, con una política indiscutible: el respeto por las libertades de pensamiento, expresión y prensa que motivó la apertura del decano informativo magdalenense, como lo atestiguan magníficos periodistas y grandes plumas que han vertido su opinión en las páginas editoriales, conservando así las ideas libertarias de Don Pepe. Larga vida a ese guardián de nuestra historia.