El ocaso prematuro de Nick Clegg

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eduardo Barajas Sandoval

Eduardo Barajas Sandoval

Columna: Opinión

e-mail: eduardo.barajas@urosario.edu.co



Por complicado que parezca, y a menos que se trate de la disputa por la jefatura del Gobierno, la permanencia de grandes figuras en el escenario político depende de los resultados de sus aventuras electorales en el ámbito local, donde el clima, a su vez, se ve afectado por los cambios del ambiente nacional.

El resultado del intempestivo, e innecesario, llamado a lecciones generales por parte de la Primera Ministra británica, ha producido una larga lista de víctimas, que ella misma encabeza, por el hecho de no haber conseguido el mandato contundente que deseaba, para liderar a su acomodo el proceso de retiro de su país de la Unión Europea.

En la lista aparecen también personas ajenas al Gobierno, que en opinión de muchos, habría sido bueno que siguieran en el Parlamento, como Nick Clegg, el liberal demócrata que ocupó el cargo de Vice Primer Ministro entre 2010 y 2015, bajo el gobierno de David Cameron. Clegg salió derrotado en la competencia por una curul parlamentaria en el Distrito Electoral de Sheffield Hallam, hacia el norte de Inglaterra, a manos del condueño de un bar, que quedó tan sorprendido como el que más con el resultado de la elección.

Sheffield Hallam fue una curul tradicionalmente conservadora desde que la circunscripción fue creada en 1887. Habitada por empresarios y funcionarios, solo hizo tránsito en 1997 a votar mayoritariamente por los liberales demócratas, pero jamás alguien llegó a pensar que los laboristas pudieran ganar la curul correspondiente, como lo ha confesado el ahora vencedor, Jared O’Mara, quien tuvo que correr a escribir un discurso de victoria con el que no había soñado, y se presentó a leerlo con el saco prestado de su padre, para lucir como miembro del Parlamento.

Presente a la hora de la lectura de los resultados, Nick Clegg aceptó tranquilamente el veredicto popular que lo envió a casa, contra todas las predicciones, y también contra la lógica que debería mantenerlo en el estrado de la vida política nacional, que en el caso británico tiene como requisito indispensable estar en el Parlamento, pues solamente quien haya sido elegido para estar en ese foro puede ser tenido en cuenta y participar válidamente en las grandes discusiones sobre el destino del país. Quien hable desde fuera estará simplemente especulando.

Jared O’Mara sabe perfectamente que no es mejor analista ni estratega a la hora de discutir y presentar alternativas sobre los grandes problemas del país, ni entiende de economía o de política exterior, ni lleva bagaje de experiencia política y de gobierno comparable al del personaje que derrotó. Hallam es un vecindario habitado en general por gente acomodada, con escasa presencia de los problemas típicos que convocan a los votantes a apoyar al Partido Laborista con sus propuestas social demócrata.

Visto el proceso con la distancia de unos días, existe consenso en el sentido de interpretar la derrota del candidato liberal demócrata como consecuencia de la lógica contundente de una campaña en la que se revitalizaron vigorosamente las disputas históricas entre los dos grandes partidos tradicionales de la Gran Bretaña. A pesar de que la discusión la planteó originalmente la Primera Ministra en torno al espectro de las negociaciones del Brexit, la campaña se convirtió, como hacía tiempo no sucedía, en una confrontación a fondo entre la derecha y la izquierda británicas. Situación bajo la cual los liberales perdieron ese margen de acción que en épocas de menos radicalización les permitió conseguir una representación parlamentaria significativa.

Los asuntos propios de la discusión sobre problemas locales, que en algunos casos son los primeros motivadores de la votación en uno u otro sentido, quedaron relegados en esta oportunidad, para que la gran controversia nacional, y los argumentos distintivos de los partidos, marcaran el ritmo de los resultados. No sobra advertir que la votación conservadora subió considerablemente en Hallam, también en perjuicio de Nick Clegg y de su partido, atrapado en el centro del enfrentamiento entre dos grandes formaciones que han demostrado otra vez, en el escenario británico, la fragilidad del experimento de echar por la calle del medio.

Jared O’Mara será en todo caso un parlamentario sui generis. Él mismo se compara con Forrest Gump. En Westminster no solamente representará a los laboristas sino a las personas en condición de discapacidad, pues sufre una parálisis cerebral que le inhabilita levemente el movimiento de la parte derecha de su cuerpo, problema que no le impidió graduarse como periodista en la Universidad de Staffordshire. También representará a una nueva generación, abierta al respeto por comunidades como la LGBTQ, uno de cuyos bares de Sheffield, el conocido Dempsey’s, suele frecuentar.

En el ocaso prematuro de una de las etapas de su vida política, Nick Clegg se guardará esperando la oportunidad de un nuevo amanecer. En un país en el que la Primera Ministra dirige un gobierno débil y desprestigiado, la resaca de arrepentimiento por la votación favorable al “brexit” se siente cada vez con más fuerza, y el sesenta por ciento de los ciudadanos, entre ellos el ochenta por ciento de los habitantes de Londres y el ochenta y cinco por ciento de los jóvenes, quiere mantener la ciudadanía europea, todavía hay mucho por discutir; y nuevas batallas electorales por librar.