No hay nada más desconsolador e impactante que un acto terrorista. Las personas, y en general la sociedad, quedan desconcertadas y abrumadas. El miedo invade. La impotencia campea como sombra enlanguescida devorando hasta el más mínimo sentimiento de seguridad y esperanza. Pero, es ahí, donde debemos detenernos y pensar con cabeza fría lo que pasó para buscar una solución.