Esclavos de doña corrupción

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Carlos Payares González

Carlos Payares González

Columna: Pan y Vino

e-mail: carlospayaresgonzalez@hotmail.com



Una de las razones de la configuración de la era antropoceno es la corrupción. La corrupción ha sido el trasfondo de una retorcida utilización de las ciencias y las técnicas, produciéndose una lenta pero progresiva depredación de nuestro Planeta. Muchos piensan que hablar de "doña corrupción" es un tema que ocurre solamente en la política o en los cargos públicos.

Si analizamos con más detención caeremos en cuenta de que está presente en nuestra cotidianeidad y entorno. Incluso, invade los espacios estatales que han sido fundados para erradicarla. Así mismo, a las instituciones que tienen como misión suprema procurar la dignidad y el progreso de la humanidad como las universidades tanto públicas como privadas (en próxima columna hablaré sobre este último tema).

La corrupción atenta tanto contra la dignidad de una persona como la de un grupo social o étnico. Contra una nación o un grupo de naciones y el planeta mismo. Son actos de corrupción las mentiras, engaños, sobornos, explotación inmoderada del medio ambiente, abuso de autoridad, etcétera. Se puede apreciar que "doña corrupción" no es tan ajena de nuestro diario vivir.

Salta como cualquier liebre y ofrece la mano para conseguir nuestros fines y metas, aunque dañemos con los medios empleados a las personas y al medio ambiente sin que importe un soberano comino. Esto de la corrupción es algo que va en aumento en nuestro país y cada día que pasa la sociedad está aceptando la manera de ser de "doña corrupción" como si fuese algo completamente natural, por eso es tan difícil detectarla y castigarla o hacer algo al respecto.

Curiosamente uno de los Nule (tres hermanos que representan el estereotipo de la moderna corrupción empresarial neoliberal) manifestó ante la prensa nacional que "la corrupción es inherente a la naturaleza humana". Desde la teoría psicoanalítica, sería decir que todos llevamos por dentro una "doña corrupción". Aunque la corrupción es tan antigua como el hombre mismo no es cierto que todos los humanos hayan padecido síntomas o signos de la corrupción. Incluso, siempre han existido aquellos que han entregado la propia vida combatiéndola.

El leopardo viene al mundo como leopardo, pero el hombre no nace siquiera como hombre del todo, ni nunca llega a serlo sin la ayuda de la cultura en que se desenvuelve. Nadie nace, pues, corrupto, así como las manos no sólo sirven para coger cosas. Nadie debe sentirse obligado a ser un corrupto, aun estando rodeado por gente corrupta. Nunca una acción es buena por ser simplemente una costumbre. Sólo quien ha "nacido" para esclavo renuncia a su libertad de poder escoger entre el bienestar o la cosificación del hombre.

Nadie es capaz de dar de lo que no tiene y nada puede dar más de lo que es. El dinero sirve para casi todo, y sin embargo, no puede, por ejemplo, comprar una verdadera amistad. Puede rodearse de serviles, o de "lavaperros", o de "prepagos", pero nada más. Los corruptos son unos linces para los negocios y las trapisondas, pero son unos perfectos cretinos para entender las cuestiones humanas como la ética. No tienen conciencia ni para ellos mismos.

Pierden el sentido de la repugnancia para practicar el "todo vale". No les da asco mentir y maltratar a la gente. Son irresponsables ante los actos que cometen. Unos seres endebles que siempre responsabilizan a las circunstancias. Los que se entronizan en los cargos públicos no reciben de la gente un verdadero respeto o una espontánea admiración, sólo temor, adulación y servilismo. Con sus propios actos boicotean de hecho lo que simulan ser.

Los corruptos son aquellos que cuando cometen actos vergonzosos (en veces en manos de subalternos o familiares) aseguran que no tuvieron otro remedio, que no pudieron elegir otra opción, que simplemente cumplieron órdenes de sus superiores, que vieron que todo el mundo hacía lo mismo, que perdieron la cabeza, que el fin del exabrupto era loable, que no se dieron cuenta de lo que hacían, que todo fue hecho a sus espaldas, etcétera. Son víctimas de anárquicas circunstancias (circunstancialitas). Actúan con la misma irresponsabilidad que actúa un niño cuando rompe un florero cuando sin preguntársele grita: "yo no he sido". Cuando todo el mundo sabe o sospecha que sí tienen que ver con las truculencias que practican. Prefieren confesarse esclavos de las circunstancias cuando los actos en que han incurrido no son precisamente gloriosos. En cambio, cuando se trata de condecoraciones o de reconocimientos son los primeros en levantar las manos: "yo lo he hecho solo". Son y serán esclavos de la irresponsabilidad.