¿Acabará Trump con el planeta?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La reacción histérica de algunos mandatarios y medios por la retirada de los Estados Unidos del Pacto de Paris demuestra la efectividad de la campaña de miedo orquestada por la administración Obama; y claro, como no quieren a Trump, le prodigaron todo tipo de epítetos y lo acusan de querer acabar con el planeta.


Trump ha dicho en varias oportunidades que cree que el cambio climático es real, pero que no hay certeza que tanto se debe a la acción humana.  Afirmación, que la ciencia no ha podido desvirtuar.  El planeta ha pasado por esto antes. De hecho, los pedos de las vacas tienen también mucha incidencia en el calentamiento global, y no es broma.  Trump cree que hay amenazas más inmediatas a las cuales deben dársele prioridad.  Si tenemos un “calentamiento” termonuclear ocasionado por una guerra nuclear, probablemente no tendremos que preocuparnos del calentamiento climático.  Enfocar los recursos en fortalecer militar y económicamente a los Estados Unidos con la idea de persuadir las ambiciones nucleares de Corea del Norte y de Irán y de otros enemigos, es la decisión más inteligente.

Hay otras razones de mucho peso.  Los Estados Unidos deben ser responsables fiscalmente y balancear el presupuesto nacional.  Los Estados Unidos tienen una deuda de más de 20 trillones de dólares –la mitad gracias a Obama- , y la responsabilidad con los contribuyentes estadounidenses de ahora y de las generaciones futuras es tomar medidas drásticas para balancear el presupuesto.  Esto implica que la prioridad crecer la economía por encima del 3%, o lo que es lo mismo, crear empleos y reindustrializar al país con todas las fuentes de energía disponible; es decir, devolverle la competitividad a la economía estadounidense.

Los Estados Unidos, por las razones presupuestales mencionadas, no pueden seguir siendo el mecenas de todas las instituciones internacionales, de los pactos militares tipo OTAN, y de cuanta iniciativa se le ocurre a la gente, como el Pacto de Paris.  Dentro de esta lógica, hasta la ayuda a Colombia fue recortada, y habrá muchos más recortes a otros muchos programas alrededor del mundo.  Este asistencialismo no es sostenible y ha debilitado enormemente a los Estados Unidos.  Por esto el foco de Trump es los Estados Unidos ante todo.  Dentro de esta estrategia, la renegociación de los acuerdos comerciales es prioridad junto con exigir que todos contribuyan.

El retiro de los Estados Unidos del Pacto de Paris tiene poco o ningún impacto en lo que este pretende lograr.  Para efectos prácticos, la salida del Pacto le quita el peso económico que Míster Obama felizmente había aceptado.  Como está el Pacto, China e India estaban más que contentos: no les costaba nada, les daban todo tipo de gabelas, y las imposiciones le quitaban competitividad a la economía estadounidense.  El costo ya se había hecho sentir en muchos estados de la Unión –los que le costaron la presidencia a Hillary- .  Los Estados Unidos no tenían ni tienen nada que ganar con semejante pacto. Trump sabe que todo es negociable, aunque algunos crean y digan que no.

Las iniciativas para reducir la emisión de gases en los Estados Unidos no dependen del gobierno federal sino que han sido lideradas por el sector privado y por los gobiernos locales, muy dentro de la tradición de los Estados Unidos, y esto no se va a detener.  La idea de que el estado es el que manda y ordena todo de la época Obama es antiamericana.  De hecho, tan sabía Obama que el pacto era malo para los Estados Unidos, que lo implementó por vía decreto ejecutivo consciente de que el congreso jamás lo aprobaría.  Un legado construido sobre decretos ejecutivos, como lo es el de Obama, es un espejismo.

El impulso dado por el miedo y las políticas públicas fue suficiente para que los Estados Unidos estén bien posicionados para lograr las metas del Pacto de Paris, pero unas realistas; y todo esto por cuenta del sector privado, la academia y los gobiernos locales.  Esto le permite al gobierno federal adjudicar los recursos necesarios para evitar un holocausto termonuclear.  Garantizar la hegemonía militar y económica de los Estados Unidos en este siglo es la mejor y mayor contribución de esta gran nación puede hacerle al planeta.