Ineptocracia

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La pregunta obligada al final de cada gobierno es si estamos mejor o peor que cuando comenzó, y en el caso de gobierno Santos, mi opinión es que estamos mucho peor.  Nos deja un país descuadernado, sin rumbo y sin plata. No logrará matar a la gallina de los huevos de oro por falta de tiempo y gracias a la intervención divina, pero ciertamente, la deja en la UCI y con pronóstico reservado.


Con el larguísimo mal gobierno de Santos perdimos todos.  Es lamentable que aquello que comenzó con tantas esperanzas, tenga un final tan agónico, porque esto es lo que será la recta final del gobierno Santos.  Creo que el primero en querer que acabe pronto la horrible noche es el propio Santos, quien termina su gobierno con uno de los peores índices de popularidad de todos los presidentes colombianos recientes.  El cuento de que no le importan las encuestas y de que confía en el juicio de la historia, no se lo cree ni él. La única forma de que a Santos lo redima la historia es que la escriban sus amigos.

Cuando Santos se postuló la primera vez, aquellos que lo apoyamos, le perdonamos que no tuviera votos ni carisma porque pensamos que era un tecnócrata.  Nos vendieron la fábula de que sabía rodearse bien y elegir a sus colaboradores.  Creímos llegado el tiempo de la tecnocracia, y desde el primer día de Santos nos ha gobernado la ineptocracia.

Después de siete años, el balance real es un país en paro -con toda la razón-, hogares colombianos con capacidad adquisitiva diezmada, inseguridad y corrupción disparada.  Todos los sectores productivos están contra las cuerdas, a punto tal, que lo que es un reclamo justo y moralmente correcto, es negado con el argumento de que este no es el momento de cambiar la jornada laboral ni volver a las horas extras y recargos nocturnos.  Es incomprensible que un gobierno que quiere lograr la paz y acaba de firmar un acuerdo con las Farc, por otro lado esté creando las condiciones sociales idóneas que dan origen a la violencia armada.  Como no hay un norte, entonces la dirección es errática y ambigua.  Santos ha empobrecido al país.

Al final de su lacónico y deslucido mandato, debemos reconocer que no hizo una sola reforma estructural en ningún lado.  La dependencia del país del sector minero-energético se ha profundizado.  Nos deja una economía creciendo por debajo del 3%, lo que es otra forma de decir, que la pobreza aumentó y sigue aumentado en términos reales.  La salud, la deja igual o peor que la encontró.  El ministro Gaviria antes de entrar al gobierno tenía soluciones para todo, y después de un largo periodo al frente del ministerio de salud, la salud sigue en cuidados intensivos; sin embargo, el tiempo le alcanzó para pensar mucho y escribir un libro.

Los avances en educación dan ganas de llorar.  El país lleno de obras de infraestructura inconclusas.  Desempleo estadístico de más de dos dígitos, y desempleo real en niveles críticos.  Viviendas gratis que cuando no se caen, se convierten en colmenas de hampones.  En Santa Marta, para enfocarnos en lo local, nos quedamos esperando el cipote aeropuerto que nos prometió, entre muchas otras obras.  Y eso que tuvimos y tenemos ministros samarios.

Si algo caracterizó a este gobierno fue la facilidad para hacer promesas, para luego con la misma facilidad incumplirlas.  Nos dejó a todos como las novias de Barranca.  Y Santos todavía se pregunta  por qué el país está en paro.  ¿Qué quería?  La gente le creyó.  Le creyeron en el Chocó y en Barrancabermeja, le creyeron los profesores, los transportistas, los jueces, y en fin, la mayoría del país.  Ante el incumplimiento, todos nos sentimos estafados, por lo menos la mitad que le comimos cuento.

Para justificar el despropósito, nos dice Santos que a otros países les ha ido peor.  Esto es cierto, pero a muchos otros países les ha ido mejor.  Como dice el dicho, mal de muchos consuelo de tontos. ¿Por qué compararnos con los peores?

La triste conclusión es que Santos recibió un país que iba bien, y nos deja uno casi en ruinas. ¡Tanta ineptitud es ofensiva!