¿Dios entre nosotros?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El triunfo de Macron en Francia no sorprendió a nadie. Sorprendieron si los titulares de los medios dándole al triunfo connotaciones épicas, como si realmente Dios estuviera entre nosotros: se salvó la civilización.


La izquierda necesitaba construir una narrativa en la que hubiera un villano, Le Pen, y un héroe, Macron.  Armaron toda una película apocalíptica para movilizar las bases y esconder la verdadera noticia: La izquierda fue sacada del poder a sombrerazos. Macron es de derecha aunque se defina de centro.

Los activistas asimilaron Le Pen a Trump, pero nada más equivocado.  Macron perfectamente podría ser Donald Trump Jr.  Pero una cosa es Francia y la Unión Europea, y otra los Estados Unidos.  Macron ganó, y ¿ahora qué? ¿Cómo va a solucionar los problemas de Francia y de la Unión Europea?  No esperen ningún milagro de este Enmanuel.

La Unión Europea está en cuidados intensivos.  Adoptó un modelo de asistencialismo que está en peligro por cuenta de una población envejecida y la competencia global.  Entonces, para mantener esta pirámide, necesitan nuevos contribuyentes.  Esto obliga a Europa a abrirle las puertas a la inmigración masiva, venga de donde venga; no es la bondad ni la preocupación por causas humanitarias lo que mueve a los europeos sino necesidad y egoísmo.  Todo con tal de viabilizar la pirámide asistencialista.  Obviamente, al europeo común se le vende como un acto de generosidad.  Los dueños de los números saben que esto no es así.  La sentida necesidad los expo al terrorismo, que en el largo plazo termina siendo la menor de todas las amenazas existenciales confrontadas por la Unión Europea.

En el aspecto económico, la Unión Europea está compuesta por países que tienen economías muy diferentes.  Un par de economías decentemente manejadas, que son Alemania y Francia, y el resto es in conglomerado de países al borde de la quiebra y con unos desequilibrios económicos absurdos.  Esto lleva a que los países más pobres de la Unión hagan trampa para lograr beneficios a expensas de los demás.  Los que tienen mano de obra barata, compiten deslealmente con los países más fuertes.  Esta fricción salarial ha llevado a que los salarios en Alemania y Francia se mantengan artificialmente bajos para ser competitivos, lo que ha ocasionado un deterioro de la capacidad adquisitiva en estos países, lo que a su vez demanda más asistencialismo, y el circulo vicioso se perpetua.  Los salarios han entrado en una espiral descendente.  Los nuevos inmigrantes gustosamente trabajan por mucho menos, y los nativos van siendo desplazados.  Los inmigrantes inicialmente toman los trabajos que nadie quiere, pero en la segunda o tercera generación, la cosa se equilibra.

La Unión Europea sigue siendo una colcha de retazos sin identidad, sin una lengua única, y con nacionalismos exacerbados.  En un esfuerzo por afirmar su identidad -rechazo al experimento integracionista- cada nación se cree mejor que las otras.  Para agravar el asunto, el inclusionismo de tantas décadas que llevó a Europa a convertirse en atea, hoy está a punto de convertirla en musulmán.  En esta lucha por mantener los valores de Occidente y sus raíces, surge el peligroso nacionalismo, tipo Le Pen, que está destinado a tomarse a Europa en el corto o mediano plazo sin que podamos evitarlo.

La sumatoria de pasados gloriosos de la Unión Europea la mantiene dividida.  Por muchas razones la suerte de Macron no depende de él sino de la suerte de la Unión.  Y como es difícil, por no decir imposible, que la Unión Europea logre llegar a buen puerto, Macron está condenado a fracasar antes de comenzar porque el problema realmente es mucho más grande que Francia.  La Unión Europea se está destruyendo desde dentro.  La Unión Soviética fracasó en 75 años, ¿cuántos le tomará a la Unión Europea?

Desmembrar a la Unión Europea será catastrófico por todo lo que se ha invertido en forjarla, pero permanecer en ella, como está hoy, es mucho peor.  La nueva generación de gobernantes de la Unión tendrá que hacer cambios drásticos y fundamentales para intentar salvarla.  Les esperan decisiones complicadas y reformas que enfurecerán a más de uno.  Tendrán que revisar el modelo de integración para no desaparecer.  La Unión Europea es una bomba de tiempo.


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