Hay cosas más difíciles en la vida que una nota

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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


Es una tesis irrefutable con la que título esta reflexión. Sin embargo, para muchos jóvenes estudiantes el resultado “negativo” de las notas de una evaluación los amilana, creando una especie de shock existencial que los conlleva a desistir de sus proyectos apenas en el inicio.


No obstante, se entiende que la vida humana es un cúmulo de complejidades, que desde mi perspectiva se acentúan aún más de acuerdo con los cambios de una época a otra. En ese sentido, afortunados somos los que hemos tenido la oportunidad de vivir en un cambio de siglo, en la medida en que damos testimonio de las transformaciones que la consciencia moral, política han derivado en la constitución de las sociedades humanas. En consecuencia, los objetivos, metas de las personas también cambian, lo mismo que los desafíos para enfrentar la vida.

Por supuesto que, aparecen en esta época nuevos discursos de control, promovidos por el sistema capitalista que se entrona y se basta a sí mismo. Por lo tanto, los discursos de la dominación se convierten en prácticas que hacen mella en las complejidades del presente. Dentro de estas prácticas encontramos las necesidades del consumo, que ya no son tan  básicas para la vida, sino, para el fortalecimiento del mismo sistema, como lo son la necesidad de la comunicación a través de la tecnología, el centro comercial, el shopping, etc. Lo anterior a mi juicio hace la vida humana más compleja, especialmente para los nativos de este siglo, pues crecen en medio de un mundo de “abundancia” y de “facilidades” pero que a la vez los convierte en esclavos de estos dispositivos, generando así carencias  para resolver problemas vitales.

En ese orden, las aspiraciones especialmente juveniles se ven permeadas por una multiplicidad de distractores del consumo que no le permiten definir un horizonte u objetivos frente a la vida. Los jóvenes en su  mayoría ven la complejidad del mundo más por frustraciones, que en sí mismas no tienen un alto grado de relevancia en la existencia. Caen en una especie de letargo frente a banalidades que no representan ningún peligro o amenaza, son susceptibles a las miradas y a las palabras.

Por todo lo dicho, en el campo de la educación, considero que soy un espectador acérrimo, en la medida en que  cuento con esa gran oportunidad de interactuar con estas generaciones, que en sí mismas aportan a mi conocimiento sobre sus preocupaciones, algunos estilos y proyectos que me parecen interesantes, en la medida en que son diferentes a los míos, pero que amplían mis puntos de vista para comprender el tiempo en que vivimos. En ese sentido, mi intención no es rotular estos comportamientos, más bien son base para reflexionar sobre ellos.

El fenómeno de las preocupaciones juveniles se deriva de la presión que ejerce el sistema sobre ellos, las políticas del Estado y las configuraciones frente al discutido concepto de futuro. La educación además de ejercer un control también se convierte en una tortura más para la existencia, no se forman por convicción, “gusto”, sino por presión. Es así como eso determina la elección de una carrera, pensando en el statu quo, más que su importancia para la vida personal.

Lo anterior, conlleva junto con todos los distractores y dispositivos tecnológicos a carecer de unos hábitos adecuados para resolver los problemas académicos. Además,  ni siquiera a enfrentar el reto de lo que significa estudiar. Es decir, la dedicación, la lectura constante, la relación e interpretación de la realidad, la relación con el otro para el trabajo en equipo, etc. Muchos estudiantes ven el estudio como una crueldad, más que una oportunidad, no sólo de conocimiento sino también como aporte al desarrollo social y cultural de una comunidad humana. También, es obvio que, sin una plena preparación, no pueden esperar más que malos resultados.

No obstante,  un mal resultado en una nota, según afirman expertos,  no define el grado de inteligencia de una persona, así como tampoco un mal resultado es el fin del mundo. La comprensión de esto último debe promover a  considerar que hay poderes más fuertes en el sistema del cual hacemos parte, como lo es, el autosostenimiento, la defensa de la vida misma, en medio del caos provocado por el mismo ser humano, es decir, la lucha por la existencia en un mundo en el que muchas veces unos pocos deciden cuando debes morir; esto debe ser más motivo de preocupación que la nota de una evaluación. Las buenas notas se alcanzan como dije, cuando hay planeación y dedicación, pero el destino y la vida  es producto  a veces del azar, pero también del control que ejerce el sistema sobre el Ser de la persona.

En síntesis, falta fortalecer la resiliencia, la valentía para asumir los retos de lo que significa vivir, un mundo lleno de enfermedades extrañas, virus, guerras nucleares, que como diría Cioran “cada instante es un milagro”.