Mi Guajira

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eduardo Verano de la Rosa

Eduardo Verano de la Rosa

Columna: Opinión

e-mail: veranodelarosa@hotmail.com



Weildler Guerra llega a la Gobernación de La Guajira rodeado de gran expectativa. Es un reconocido historiador, con una alta formación académica y excelente trayectoria profesional. Su desafío: lograr un cambio determinante en la península.


La Guajira requiere repensar su quehacer económico a futuro. Su economía extractiva como está planteada no puede perdurar. Vivir de sacar carbón y gas, como única alternativa de ingresos por tantos años, tiene que revisarse porque es muy poco lo que ha dejado al desarrollo social del Departamento.

Las cifras de pobreza y miseria lo confirman: según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en 2016, el 44.6 % de los guajiros, en su mayoría indígenas, tienen necesidades básicas insatisfechas. El 55.8 % de la población vive en la pobreza y el 25.7 % en miseria (pobreza extrema), datos que están muy por encima de la media nacional (27.8 % pobreza/7.9 % pobreza extrema).

Se debe escuchar a los guajiros para que construyan su Plan Vida porque sus tradiciones comerciales riñen, injustamente, con las normas de comercio exterior en Colombia.

La Guajira tiene la mejor ubicación geográfica del país y gente excelente que no solamente adora su tierra sino que está dispuesta a trabajar por ella para sacarla adelante. La dignidad ancestral y el orgullo guajiro son sus activos más relevantes. En el Caribe es tradicional promover la autoridad y la capacidad de influir en el rumbo de la sociedad al implementar métodos como el de los ‘palabreros’.

Cuentan con recursos naturales de primer orden para el país como la sal, el gas y el carbón, y tienen grandes potencialidades en energía eólica y solar.

Hay que resaltar el papel que ha jugado su clase dirigente en la búsqueda de la autonomía regional.

El principal problema de La Guajira es el agua. Tiene grandes extensiones de tierra con gran sequía, sin lluvias durante gran parte del año y ríos relativamente pequeños.

Hay un Plan Departamental de Agua que sacar adelante. En la Baja Guajira debemos aprovechar la represa del río Ranchería para llevar el líquido, por gravedad, a los municipios que dependen de pozos.

Para la Alta Guajira, el Plan Departamental de Agua es complejo por la inmensa dispersión, en el territorio, de la etnia wayúu que vive en pequeñas rancherías, distantes unas de las otras, y que son conformadas  por 5 ó 6 familias, así ocupan un área superior a todo el departamento del Atlántico, por lo cual, es difícil diseñar un sistema de acueducto y alcantarillado.

Los guajiros no quieren más ‘mercaditos’, carrotanques y actos de caridad ante la muerte de sus niños wayúu. Este apoyo temporal se vuelve indignante para ellos.

Sus regalías las invirtieron en proyectos de generación de empleo y de educación gratuita para 110 mil jóvenes, también financiaron la construcción de centros nutricionales y avanzaron muchísimo con el plan ‘Guajira sin hamushiri’ que significa “Guajira sin hambre”. Al recortarles las regalías, estos proyectos sufrieron una merma considerable y hoy se han elevado los niveles de desnutrición, el número de madres adolescentes embarazadas y los problemas de lactancia.

Los guajiros sueñan con convertirse en una potencia exportadora, tienen una relación ancestral con las islas del Caribe holandés, en especial con Aruba, Bonaire y Curazao con quienes podrían tener un gran desarrollo comercial. Todas esas conexiones hay que potencializarlas con el fin de impactar positivamente en la vida de nuestros hermanos de la península. La Guajira es Colombia; Colombia es La Guajira.