Nicolás Alejandro: el zar… pazo a la constitución y el silencio cobarde de América latina

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



“Se puede engañar a una parte del pueblo todo el tiempo, a todo el pueblo durante cierto tiempo, pero no a todo el pueblo todo el tiempo" (Abraham Lincoln – Ex presidente de Estados Unidos)


Por estos días soplan vientos primaverales en la patria de Bolívar y pareciera que, por fin, los días aciagos de la dictadura de Nicolás Alejandro, Diosdado y esa caterva de delincuentes está por terminar y así los hermanos venezolanos respirarán y palarán nuevamente el aroma de la democracia y podrán sacudirse de esa plaga pseudosocialista que lo único que ha logrado conseguir es distribuir y socializar el hambre y así renacer de entre las cenizas, recuperar la dignidad y poner de patitas en la calle y fuera de Miraflores a esa recua de perversos y se les castigue con todo el peso de la ley, no sin antes vaciarle sus alforjas y arrebatarle todas los millones de dólares que le han rapado al pueblo.

Después de todas las aberraciones políticas y administrativas que ha cometido el exconductor del Metro de Caracas y sus amanuenses, ahora soltaron la fantástica perla de ordenar al Tribunal Supremo de Justicia para que mediante la expedición de dos sentencias dejara sin efecto las funciones de la Asamblea Nacional y despojara de toda inmunidad a los diputados,-rompiendo el hilo constitucional- y allí ardió Troya, por cuanto los herederos de Bolívar y Miranda se sacudieron rabiosamente y decidieron que había llegado la hora de mostrar su dignidad y pelear de tu a tu contra el tirano y su perversa cofradía que sin escrúpulos siguen esputando a los cuatro vientos que todo ello no es más que la animadversión de la derecha de algunos países de Latinoamérica que quieren dar un golpe de estado allí; semejante exabrupto lo tamizan estúpidamente el mariposón de Nicolás Alejandro, y los otros miembros del cartel, entre ellos Diosdado Cabello, la canciller Delcy Rodríguez, -hermana del ex vicepresidente Jorge Rodríguez, y Tarek El Aissami, el más reciente alfil incorporado a la plana mayor del denominado “cartel de los soles”.

Obviamente que el poder lo maneja a sus antojos el ex teniente Diosdado Cabello, un oscuro militar que acompañó a Hugo Chávez Frías en su fallido intento de golpe de estado de 1992 contra Carlos Andrés Pérez y después de ser encarcelado solicitó la baja del ejército, reapareciendo nuevamente de la mano y en las enaguas del comandante y desde allí se disparó su aureola y hasta el sol de hoy manda a diestra y siniestra y es el terror de todos y como cualquier payaso de pacotilla se viste de militar como queriendo emular a su antiguo jefe.

Desde muchas partes del mundo han llovido criticas que censuran esa actitud despótica y tirana del mequetrefe de Maduro, pero lo que verdaderamente causa estupor es ver y sentir cómo la mayoría de los países de América Latina pasan de agache y parecieran temerle al sátrapa y no musitan palabra alguna, y lo más vergonzoso de todo ello es la actitud cobarde y pusilánime del presidente Juan Manuel Santos, quien se muestra timorato y medroso ante esta situación mientras el pueblo venezolano clama por ayuda de la comunidad internacional y el primero que debería salir sería el gobierno de Colombia, por la cercanía fronteriza, la hermandad en sus raíces y porque es, a fin de cuentas, el país que más sufre los embates de esa nefasta administración bolivariana que ha despedazado al país que cuenta con las mayores reservas de petróleo en el mundo y en donde nadie encuentra un mendrugo de pan para alimentarse.

En medio de esa famélica y vergonzosa posición del gobierno colombiano sobresale la canciller, un remedo de diplomático que quiere quedar bien con todo el mundo y a todos le hace la venia, mientras sus connacionales claman por una actitud más vertical y fuerte, haciendo añorar aquellos tiempos en los que la cancillería estaban en manos de personajes de la talla de Indalecio Liévano Aguirre y Alfonso López Michelsen, y ni la valerosa actitud del secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha sido suficiente para que se revuelque de esa cobardía para poner fin a esa oprobiosa administración de un cartel de sinvergüenzas que pretenden llevarse en los cachos a toda una región que busca desprenderse de esos gobiernos socialistas de pacotilla que simplemente han socavado las economías de los mismos y llevado a sus pueblos al padecimiento fortuito de hambre y sin poder suplir ni satisfacer las más elementales necesidades del ser humano. Ya se siente el aroma de Libertad.