¿Y cuando sea China?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



La decisión de derrocar a Gadafi lleva un certero mensaje a los otros dictadores del planeta sea cual fuere su origen. Es más: uno de los objetivos principales es el segundo y no el primero con su traje humanitario, pues hoy existen regímenes que representan más peligro que Gadafi para la seguridad y estabilidad de las potencias occidentales y, según como se piense, para el mundo y los derechos humanos.

No sabemos si tras la caída de Mubarak hubo ayuda de EE.UU o de otros países occidentales, ni tampoco si azuzan a la oposición en los demás regímenes árabes; nada raro.

Pero tocó de frente con Gadafi luego de que se escondiera una semana detrás del tsunami de Japón. No podían permitir un segundo aire del jefe libio, alimentado por su propia sangre como dicen de los toros agónicos luego de una estocada hasta la empuñadura. Y repito: no tanto por él, sino por sus colegas que lo aplaudían y se fortificaban de su victoria, de la inmovilidad de una de las fichas del dominó mundial.

Remojan las barbas del vecino. Están tumbando dictadores o como se quiera llamar a esos tipos que de una u otra manera se atornillan al poder por años. ¿Quién anda afeitando, deshaciéndose de esos engendros milenarios? Sus propios pueblos, la Otan o quienes sean y por lo que sea, pero están cayendo.

Kim Jong II el monigote de Corea del Norte; Chávez y Orteguita; el mismo Correa que tarde que temprano volverá a sacar las uñas; Evo el despistado; Ahmadinejad así estuviera en contra de Gadafi; y, por supuesto, los demás tiranosaurios del norte de África y del resto del medio Oriente que poco conocíamos afuera, todos tan amigos ellos entre sí aunque los distancien ideas, objetivos y miles de kilómetros.

Esos son loquitos; loquitos peligrosos pero loquitos. Sin embargo, un día el mundo tendrá que enfrentar las maneras del férreo y perpetuo gobierno de un país que hoy todos admiran, un país que se ha convertido en el chacho del paseo por su gran potencial económico ya realidad, por su inmensidad en todos los sentidos, pero que muy pocos han cuestionado políticamente, cegados (como siempre) por los negocios que se puedan hacer con él.

Me refiero a China, que guardó silencio contra Libia en la ONU. China, ésa tan de moda y que tanto admiran; ésa, cuyo idioma todos quieren hablar hoy, tiene dentro de sí una bomba atómica poderosa: uno de los pueblos más oprimidos de la tierra que si se occidentaliza más -lo cual es un hecho- verá las mieles de la democracia, y sabrá que hay libertad y que se puede obtener. Ese será el freno de la China.

Todos calladitos con China, país que no aguanta una esculcada. Su riqueza ha crecido a costa de muchas lágrimas, cadenas y represiones. Aquello que los demócratas gringos esgrimen contra Colombia para no aprobar el TLC son pilatunas comparadas con lo que ocurre en China, tapada hoy con una muralla de poderío, riqueza y esplendor. ¿Quién va a denunciar semejante dragón gigantesco? ¿Baltasar Garzón?

No hay riqueza gratis. Esa expansión de China no viene sola. No crecen únicamente las fábricas y los megaproyectos y el producto interno, también crecen los espíritus de los chinos que son miles de miles y no narcotizados por Alá como los árabes.

Allí el problema será colosal y no se solucionará conteniéndolo como a Chávez o metiéndose al rancho como en Libia o Irak. Cuando se divulguen más los atropellos sobre los cuales descansa esa megapotencia, allí el precio será otro. O quizás cambien los parámetros mundiales humanitarios…

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