Las guerras no conducen a ningún puerto. Todas las guerras son crueles, lo destruyen todo, y la mejor manera de vencerlas es evitándolas. El mundo actual tiene una prisa enorme por batallar y piensa que recurriendo a la guerra va a solucionar el problema. Posiblemente se acreciente más el conflicto. Antes debemos agotar todas las vías diplomáticas y buscar interlocutores que medien en el asunto.
Es cierto que la gente tiene el derecho legítimo de expresar sus quejas y demandas al gobierno de turno de cualquier país, pero sin en verdad lo que queremos y buscamos es la paz, el primer deber ha de ser, fabricar menos armas (hoy es un gran negocio hacerlo), y trabajar más por la justicia, que si la hay, nadie va a quedar excluido y todos vamos a poder alzar nuestra voz en libertad, con total garantía.
Los desacuerdos y desavenencias no pueden ir a más y convertirse en guerras. Esto en parte pasa, porque el rearme es excesivo, y hay que poner límites estrictos al respecto. Es necesario construir juntos la paz y ver la manera de hacerlo, jamás con la fuerza se consigue nada, la civilización tiene que establecer otro lenguaje de entendimiento, otras reglas que nos ganen el corazón y el amor a la vida de todos.
El ser humano tiene que despojarse de su potencia de egoísmo y de su potencial de odio, somos personas, debemos serlo, y serlo civilizadamente, todo lo demás desfigura al individuo como ser pensante y como ser de conciencia. El mundo precisa de mujeres y hombres capaces de expandir sosiego y la estima por la persona.
Sí una de las condiciones esenciales para vivir unidos es el desarme, el respeto por los semejantes es la primera condición para saber vivir. Y uno, también debemos saber, que jamás puede respetar a los demás si no se respeta a sí mismo.
La globalizada sociedad de hoy tiene el deber de transmitir a las jóvenes generaciones un estilo de vida y una cultura inspiradas por la comprensión. Mucho me temo que las incoherencias del tiempo presente dificulten el avance. Nada se comprende si a la mínima explotamos y nos inventamos una guerra contra alguien, que luego resulta contra todos. Seguimos empleando cantidad de horas en estudiar de todo, menos en estudiar lo más importante, a nosotros mismos.
El ser humano no puede ser un ser de tragedia, tiene que serlo de amor, de mediación y de meditación. En un planeta de tantos contrastes como el nuestro, es ineludible que las personas, las etnias y los países de cultura, creencia o sistema social diferentes, aprendan a reconocerse ciudadanos del mundo y a aceptarse mutuamente. Por propio sentido de humanidad, estamos obligados a entendernos, y a reencontrarnos sin armas.
La paz no se gana con bombas, se consigue cultivando los valores humanos y dejándose cautivar por ellos. Por desgracia, cuando se disgrega el tejido moral de una civilización, que lo basa todo en el poder y por el poder mata, hay que temer cualquier cosa.