Escrito por:
Alfonso Lopez Carrascal
Columna: Pedagogía Constitucional
e-mail: lopezcarrascal@yahoo.com
Si bien es cierto que estamos acudiendo a la aplicación del modelo del proceso de Stuttgart, que hace más celeroso el proceso penal, sin embargo, el común de las personas sigue desconfiando de la justicia penal y en especial de los jueces, magistrados y policías, no es posible que el Sistema Penal Acusatorio entre nosotros se haya convertido en un sistema penal aplazatorio y más grave aún, que los fiscales no practiquen pruebas sino la llamada Policía Judicial sin la experiencia y conocimientos necesarios dentro de la criminalística, asumiendo una función de acusar como la del fiscal, cuando se debe acudir a una investigación integral, o sea, investigar tanto lo desfavorable como lo favorable al imputado y no, que la defensa tenga que acudir a contratar un investigador privado haciendo más onerosa la administración de justicia.
En este sentido la oralidad se ha hecho fundamental como lo señalaban los juristas Mauro Cappelletti y Santiago Sentís Melendo. Dichos autores indican que la calidad de la justicia y del Derecho está íntimamente ligada a la calidad de las personas que la operan. Es indudable que la cultura es un aspecto determinante de la justicia. Por otra parte, no podemos negar que las reformas judiciales y carcelarias no han sido suficientemente eficaces.
El sistema carcelario, que ha sido uno de los componentes de nuestros Derecho penal, presenta un panorama alarmante con el hacinamiento que se da, y que en vez de rehabilitación, se observa una creciente corrupción de los mismos internos, desobediencia, delincuencia en el interior y hacia el exterior, violación de derechos humanos, vejámenes a los internos más débiles. Por otra parte, una guardia lumperizada y sindicalizada. No hay dirección científica, administrativa, política y financiera. No hay verdaderamente una política de rehabilitación financiera y sigue siendo la pena de prisión el icono institucional más razonable. Los grandes delincuentes han sido impermeables a la acción penal. No es posible tampoco que la universidad siga dando abogados habilidosos o grandes relacionistas judiciales.
De esta manera, necesitamos una justicia severa, pero justa, que actúe con sentido común y medianamente sabia.
El sistema oral ha sido provechoso y, convertir los procesos en verbales y sumarios debe ser la meta, para lo que se necesita un investigador y juez inquisitivo, en una sociedad con sentido capitalista de consumo, frente a una tecnología de avanzada y donde el cibercrimen es un delito de masas. El maestro Carnelutti se quejaba al fin de sus días del desencanto frente a la institución de las pruebas, que deben ser un instrumento de justicia y no de injusticia. Pruebas como el testimonio (cuatro clases en el Sistema Penal Acusatorio) y la confesión han venido en decadencia que no otorgan seguridad a la nueva forma de justicia, la cual debe ser oral, inquisitiva y concentrada.