Pan y circo y el papel del Estado

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

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Los dirigentes del siglo XXI, a nivel regional, nacional e internacional, tienen la convicción de que en materia política innovan.
La verdad sea dicha, la historia, en todo su devenir, nos indica que los “trucos” o “artilugios” políticos son más viejos que la moda de andar a pie y que los políticos, debiendo hacerlo, no varían las recetas en interés genuino de la ciudadanía. La expresión latina “panem et circenses” lo dice todo.

En Roma, en la época de la república, cuando el imperio gobernaba todo el mediterráneo y existían excedentes y riqueza a borbotones por la explotación de las provincias y el uso de esclavos, lo importante era darle al pueblo gladiadores, carreras de cuadrigas y comida. Por ello se estableció un subsidio de grano para los ciudadanos romanos, con todo lo que ello significó en inversiones de infraestructura y logística.

La respuesta romana a este desafío fue contar con un estado más grande, es decir, más burocracia, fuere ello de manera directa o indirecta a través de contratistas. El artífice de este entuerto de política social, como lo indica Mary Beard en su libro Spqr (“Una Antigua Historia de Roma), fue Cayo Graco. Y conforme lo indica la autora, no fue necesariamente motivado por una real preocupación por los pobres de la ciudad, sino que detrás de este subsidio al grano estaba su interés particular político de control electoral del populacho. Así, la discusión de hasta dónde va el papel del Estado no es nada nueva.

Por ello, surgen las siguientes preguntas: ¿el Estado debe darle bienes y servicios sin costo a sus ciudadanos?, o ¿serán los ciudadanos quienes con su trabajo deben proveerse bienes y servicios? De hecho, el papel del Estado, en los tiempos modernos, no debería estar supeditado a esa antiquísima estratagema del pan y el circo, donde se da solución pasajera a los problemas de los ciudadanos y no una solución de fondo.

Además, un estado grande, que hace más de lo que debería hacer, será, necesariamente, un estado ineficiente y con clientela dependiente de los políticos de turno. Es por ello que el papel del Estado no puede ser el de dar subsidios o pan y circo, sin propósitos, planes y objetivos específicos para sacar a las familias de la situación de pobreza y, después de un periodo de transición, se provean las familias sus bienes y servicios con su propio esfuerzo y trabajo. Lo que hacen en realidad los subsidios, como están estructurados en Colombia, es perpetuar y no erradicar la pobreza.

Al final, el grueso de los ciudadanos termina con la convicción de que es mejor vivir de la burocracia estatal y recibir subsidios, es decir, vivir del Estado y de los pocos que trabajan y pagan impuestos, en un torbellino perverso. Estos estados están destinados a fracasar. Por todo lo anterior, el estado moderno debe mantenerse magro o de un tamaño reducido y, lo que otorgue a los ciudadanos, no debe ser más que las condiciones a través de políticas públicas para que estos trabajen y se provean de bienes y servicios y no a través de la entrega de pan. Finalmente, si han de haber subsidios, los mismos deben darse de manera transitoria para que los ciudadanos salgan de la pobreza y que no se perpetúen en ella.