La pajarera

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Consideré prudente esperar unos días para opinar sobre el tema de la suspensión de Omar Diazgranados. Hechos como este, generalmente crean gran alboroto, y como si fuera poco, las pasiones de defensores y detractores se exaltan, con la consabida consecuencia de no permitir ver con claridad que fue lo que realmente sucedió. 

Creo que era más que justo darle al ex gobernador, el beneficio del tiempo -de pronto aparecía algo nuevo que lo exculpara- y el beneficio de un ánimo sosegado -el mío para comenzar- y desapasionado. 

Comienzo por decir, que no me sorprendió para nada lo acontecido con el ex mandatario, ya que un gobierno signado por la corrupción, no podía terminar sino en el bochornoso espectáculo que presenció todo el país.

No debemos olvidar los magdalenenses, que el gobierno del señor Diazgranados no fue más que la continuación del gobierno que le precedió, y que por lo tanto la era Diazgranados tuvo las mismas características de estilo y fondo de su inmediato antecesor. Recordemos, que Diazgranados fue, es y será parte de la camada de Trino Luna, o ¿viceversa?, ahora ya no sé. Total, se arropan con la misma cobija.

Lo anterior lo digo porque es sorprendente cómo a veces este tipo de acontecimientos logra confundir: cuando Trino era gobernador, yo pensaba que Omar andaba en muy malas compañías, y hoy no estoy seguro cual de los dos era el que andaba mal acompañado.

Un amigo, al comentar el caso en cuestión, me decía que Omar tenía derecho a la presunción de inocencia. Pero es que Omar cuenta en su haber no con una o dos o tres acusaciones sino con casi medio centenar de ellas y de diversa índole. Le respondí a mi amigo que presumir a Omar inocente de todos los cargos era presumir demasiado, demasiadas veces y por lo tanto abusar del principio de la presunción de inocencia. En el contexto dado, la simple estadística y la ley de probabilidades lo condenan. Si fuera absuelto de todos los cargos, entonces algo no anda bien con la justicia colombiana.

Pero Omar es historia y dejemos que la justicia se encargue de él. Sobre lo que realmente quiero hacer énfasis, es en que Omar no actuó solo. Lo que aconteció en las dos pasadas gobernaciones del Magdalena es lo más próximo que hay a una empresa criminal. Y como toda empresa que se respete, tiene cabezas y tiene mandos medios, tiene una visión y una misión y una estrategia de posicionamiento y unos planes de sucesión. En este colectivo criminal, cuando una cabeza cae, es inmediatamente remplazada por otra. Y por eso de nada sirve cortar la cabeza, llámese Trino u Omar, sin acabar con todos los miembros de la organización.

Esta empresa, todo el Magdalena lo sabe, tiene sus profundas raíces en la Gobernación, pero sus troncos y ramas llegan a corporaciones de elección popular, incluyendo el Congreso de la República. Creo que todos los magdalenenses tenemos la esperanza de que las autoridades lleguen al fondo de este asunto y puedan desenmarañar tan compleja organización, la cual hay que desmantelar de una vez por todas para el bien del Magdalena. De hecho, ya se asoman las nuevas cabezas para la próxima contienda electoral, prestas a, y ansiosas de, remplazar a Omar.

Vamos a ver si el Gobierno Nacional es capaz de contener el accionar perverso de esta organización, máxime cuando ya estamos advertidos. El propio Gobierno Nacional incluyó a Santa Marta y, yo por extensión añado el resto del Magdalena, en el mapa de riesgo electoral, y no puede haber mejor ni mayor campanazo de alerta.

Pero no sólo le corresponde al Gobierno Nacional la labor de vigilar para que haya unas elecciones transparentes; mayormente nos corresponde a los magdalenenses estar atentos para que no nos metan gato por liebre. No podemos permitir que este grupo siga operando y regenerándose a expensas del bienestar de los magdalenenses.

Es bueno tener en cuenta que aún dentro del marco de unas elecciones transparentes y ajenas a distorsiones indebidas, podemos elegir a las personas equivocadas como consecuencia lógica de la tradicional mecánica electoral que caracteriza al Magdalena y a toda la costa Atlántica.

Por eso la invitación es para que miremos el fondo y trasfondo de los candidatos y sus programas, y no nos dejemos llevar por los compadrazgos, amiguismos u otras motivaciones baladíes. Que nos importe quienes rodean a los candidatos, quienes los han rodeado en el pasado, y quienes los acompañarían en una eventual gestión. Miremos sus hojas de vida y en fin preocupémonos por elegir bien. Pero para poder elegir bien, tenemos que saber de verdad de verdad quiénes son los candidatos. Así que apliquémonos juiciosamente a la tarea de conocerlos a profundidad.

Si volvemos a elegir a otro miembro de La pajarera -no se me ocurre un nombre mejor para el colectivo criminal- vergüenza debería darnos. Sería peor aún, si no habiendo elegido a uno de ellos, eligiéramos a uno peor que ellos. No en vano se dice que cada pueblo tiene los gobernantes que se merece. Entonces, preguntémonos cuáles son los gobernantes que nos merecemos los magdalenenses, y votemos en consecuencia.



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