La necesaria convivencia

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Escrito por:

Saúl Herrera Henríquez

Saúl Herrera Henríquez

Columna: Opinión

e-mail: saulherrera.h@gmail.com



Desde el concepto, es la convivencia la coexistencia física y pacífica entre individuos o grupos que deben compartir un espacio. Se trata entonces de la vida en común y de la armonía que se busca en la relación de personas que por alguna razón deben pasar mucho tiempo juntas. Por definición, es la acción de convivir (vivir en compañía de otro u otros). En su acepción más amplia, se trata de un concepto vinculado a la coexistencia pacífica y armoniosa de grupos humanos en un mismo espacio.


Sabido es que el ser humano es un ser social. Ninguna persona vive absolutamente aislada del resto, ya que la interacción con otros individuos es imprescindible para el bienestar y la salud. Sin embargo, la convivencia no siempre resulta fácil, dado que pueden interferir negativamente ciertas diferencias sociales, culturales o económicas, entre otras muchas posibilidades.

Es también entendida como la capacidad de los seres humanos para llegar a acuerdos, resolver sus diferencias, respetarse, entenderse, aceptarse, es definitivamente un factor crítico para el desarrollo y el bienestar de cualquier conglomerado humano. Sin ella o con pobres desempeños de ella, todos los proyectos sociales y las visiones colectivas fracasan, se derrumban, no obstante, las buenas y hasta mejores intenciones de gobiernos y organizaciones civiles.

La cultura y la educación, sobre todo, tienen una relación directa con la forma como los ciudadanos actúan frente a los demás y frente a lo público, si se quiere avanzar en la transformación de estas conductas que determinan la convivencia, lo que determina que se debe trabajar de manera coordinada y continua desde todas las aristas, debido a que debajo de la convivencia están los procesos de comunicación y el respeto a las leyes.

Claro es que las leyes y el respeto a ellas son el fundamento de las organizaciones sociales; son los límites, pero también los alcances de lo que puede y no hacerse. Nuestra sociedad es permisiva con la violación de las leyes, no hay una sanción social a quienes las violan. Debemos formar en el respeto a la ley y ello requiere una actitud socialmente compartida, una verdadera y arraigada cultura ciudadana, ya que los procesos de reconciliación y paz en que estamos y nadie objeta en cuanto a su pertinencia, requieren que hagamos esfuerzos desde la sociedad civil para contribuir a su éxito. Los fenómenos de desplazamiento y reinserción requieren respuestas a todo nivel.

Exige la convivencia solidaridad social; formar en la solidaridad humana. Debemos aprender y desaprender; en esto todos tenemos defectos. Nuestros individualismos nos anulan frente a la obligación de ser solidarios, debiéndose encontrar nuevas luces en la promoción y comprensión de este complejo fenómeno, qué como ninguno, amenaza a los demás. Sin convivencia y cultura ciudadana no puede construirse un futuro sostenible; más, por cuanto está relacionado con la violencia; a falta de convivencia mayor violencia. No necesitamos mayores razones o explicaciones para validar la importancia de movernos cuanto antes hacia la búsqueda de mayores espacios de convivencia social, de allí que necesario sea conectarse con dicha realidad y estimular todas las iniciativas que nos conduzcan a ese objetivo.


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