La paz es de todos: un acuerdo político nacional de paz

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

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Nadie se esperaba el resultado del domingo. Los mejores cálculos de la oposición y de los promotores del No eran 60%/40% en contra. El Gobierno y la mayoría de las encuestas daban ganador al Sí con 70%/30%.


Lo cierto es que los medios y todo el país político midieron mal a la ciudadanía. El Gobierno, en lugar de hacer pedagogía imparcial, se dedicó a la propaganda y al derroche. También se dedicó al desprestigio y a la división: los del No eran los amigos de la guerra. Por todo esto, la ciudadanía no le creyó al Gobierno y no fue efectivo el derroche de recursos y el tinglado que se montó para que los funcionarios públicos participaran en política. Por el contrario, todo ese “show” mediático, las ventajas injustificadas y todo el triunfalismo en la campaña del Sí fue contraproducente. El país finalmente rechazó los acuerdos entre el Gobierno y las Farc. El resultado es claro, más aún si le agregamos el hecho de que muchos de los que votaron por el Sí lo hicieron por la ilusión de paz, sabiendo que los acuerdos eran malos.

El Gobierno también desestimó su propia mala imagen, la imagen negativa de las Farc y lo malo que eran los acuerdos. Pensó que la ilusión de paz era suficiente para lavar su mala imagen, el rechazo a las Farc y hacer pasar los acuerdos malos, y mal negociados por algo bueno en su conjunto. También pensó que la paz se hacía con los enemigos, lo cual repitió Santos en reiteradas ocasiones, pero se le olvidó que primero se debe tener el concurso de los amigos o, en otras palabras, se debía tener el concurso del grueso de los colombianos. El Gobierno tampoco respetó las formas. El fondo, es decir, los acuerdos, esa morcilla de paz que querían que la ciudadanía se comiera, ya de por sí era mala. La forma tampoco fue la adecuada. En síntesis, el mensaje del plebiscito es que el país no quiere lo que planteó el presidente Santos en los acuerdos. No obstante, Santos sigue siendo el Presidente. No puede ni debe renunciar, como lo piensan algunos.

Debe recomponer al país y renegociar los acuerdos, incluyendo a todos en ellos. La paz es de toda Colombia y debe incluir a la mitad del país que dijo No. Santos, por lo tanto, tiene una oportunidad histórica. Puede pasar a la historia como un gran Presidente, conciliador y recomponedor, pero eso requiere un cambio de actitud, con un discurso incluyente y generoso, casi un acto de contrición por su error histórico al pretender una paz a espaldas del 50% del país. Para ello deberá tragarse su orgullo y convocar a un gran acuerdo político nacional de paz, que primero establezca qué paz quiere el grueso del país, con unas líneas rojas e inamovibles bien definidas, conforme a que no todo vale y no todo es negociable, para después renegociar con las Farc. Será en ese momento donde se podrá medir la verdadera voluntad de paz de las Farc y si ellos entienden la realidad política nacional que midió e hizo pública el plebiscito. La paz es de todos. Pero en el camino se requiere mayor compromiso, mayor generosidad y mayor inclusión al país que dijo No por parte de quien detenta el poder, es decir, el presidente Juan Manuel Santos. Paciencia infinita ha tenido el Presidente para negociar un acuerdo con los 10.000 guerrilleros de las Farc, el cual fue improbado por la ciudadanía.

Ahora, la debe tener para llegar a un acuerdo de lo que realmente quiere el grueso del país, en espacial aquellos que dijeron No. Esto es su deber ético, moral, legal y constitucional. Los del No están con la paz y los del Sí también; pero el mandato del pueblo es que la paz quede bien hecha para que sea de verdad una paz estable y duradera.