Las dos orillas y la silla vacía

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El mundo fue testigo de cómo al inicio del proceso de negociación en 1999, Tirofijo dejó plantado al presidente Pastrana; de las dos sillas, la de Tirofijo quedó vacía. Fue un mal augurio para un proceso de paz que finalmente fracasaría. En retrospectiva, gracias a Dios fracasó porque la posición de debilidad del estado colombiano de ese entonces, hubiera obligado a hacer concesiones en la mesa de negociación que realmente hubieran afectado el modelo económico y de estado.


La estrategia de Pastrana de negociar mientras se preparaba para la guerra dio frutos. Pienso que la historia ha sido injusta con Pastrana -y él no se ha ayudado en honor a la verdad- porque gracias al Plan Colombia que Pastrana consiguió, fue posible que Uribe cambiara la dinámica de la guerra hasta lograr que el estado demostrara claramente su superioridad indiscutible sobre las Farc en el campo militar.

La negociación que hizo Santos con las Farc fue la continuación de lo comenzado por Pastrana en el Caguán. El periodo Uribe fue una pausa de guerra necesaria. Tener sentido de la historia implica reconocer y entender que lo logrado en La Habana no tomó cinco años como muchos dicen; realmente tomó diecisiete. Las Farc hicieron el peor negocio de la vida al dejar que el proceso del Caguán fracasara porque doce años más tarde llegaron a sentarse a la mesa de negociación en unas condiciones muy diferentes: militarmente disminuidos y muy lejos de pensar siquiera en llegar al poder por las armas. Llegaron a la mesa sin mucho poder de negociación.

Uno de los aspectos difíciles de entender cuando se habla de las “concesiones” hechas a las Farc -la parte débil- es que el acuerdo no solo tenía como único objetivo terminar el conflicto armado sino también sentar las bases para crear una paz sostenible con base en la justicia y equidad social. Eliminar el síntoma –la guerra- y tratar de erradicar la causa –la injusticia-. En la firma del acuerdo en Cartagena hubo dos sillas que nunca debieron quedar vacías: la de Uribe y la de Pastrana. Fue triste ver a Uribe despotricando contra la comunidad internacional porque evidencia lo aislado que está el expresidente y lo mal rodeado que anda, lo cual no es nuevo. Algunos dirán que el No promovido por el Centro Democrático sacó tantos millones de votos, pero esa no es la soledad a la que me refiero. Me refiero a la pérdida de credibilidad internacional. La admiración internacional que algunos sentían por Uribe, poco a poco ha dado paso a un sentimiento de desconcierto y desdén. Por su arrogancia y testarudez Uribe está a un paso de convertirse en un paria internacional. De Pastrana, ¿Qué será de la vida de él?

Al margen de la opinión que se tenga sobre Uribe, es indiscutible que su gobierno contribuyó de gran manera a que el proceso de La Habana llegara a buen puerto. Es incomprensible que Uribe y Pastrana apoyaran el No con la idea descabellada de que la victoria de esa posición equivalía a que se podía renegociar lo pactado. Tienen ambos expresidentes suficiente experiencia para haber reconocido prontamente que se estaba frente a un hecho político irreversible, aun si hubiera ganado el No. Afortunadamente no ganó. De haber ganado el No, nos hubiera colocado en la tarea de buscar un método alternativo de validación. La idea del plebiscito era arriesgada. La única ventaja que tenía era involucrar emocionalmente a un gran número de colombianos, lo cual es necesario para sortear las dificultades que siempre acompañan este tipo de implementaciones.

A los ex presidentes Uribe y Pastrana hay que decirles que nunca es tarde para aportar en el difícil proceso de comenzar a construir un nuevo país. Esta victoria de la legitimidad del estado es de ellos por derecho propio, y la verdad no veo una razón válida para renunciar a ella.

Como dato curioso, pasará a la historia el hecho de que un proceso que comenzó Pastrana con una silla vacía, terminó diecisiete años después con dos sillas vacías en el gobierno Santos. Hace diecisiete años el villano no llegó, la semana pasada los triunfadores no llegaron. ¿Cuál será el cuento de las sillas vacías?


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