¿Por qué nos resulta más fácil quejarnos?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Andrés Lafaurie Bornacelli

Andrés Lafaurie Bornacelli

Columna: Opinión

e-mail: andreslafaurieb@gmail.com


Siempre resulta más fácil quejarse de algo que aportar a su solución. Y sí, duélale a quien le duela, esa ha sido la actitud que por años hemos tenido muchos samarios y magdalenenses en torno a las numerosísimas problemáticas que aquejan a nuestra amada ciudad y a nuestro olvidado, sí olvidado, departamento.

No hace más de una semana Santa Marta recibió, con alegría ante la gran necesidad de un aumento en los caudales de los principales ríos de la región, un gran aguacero del cual no se esperaban los efectos nefastos que terminó finalmente ocasionando. Vimos, entre otros, la avenida Santa Rita convertida en un río mucho más caudaloso que el Manzanares, el transporte público totalmente colapsado, el sistema de aguas negras rebosado y, como de costumbre, oímos las incesantes quejas de todos nosotros -me incluyo- ante la frustrante y devastadora escena que, más que mostrarnos la mala planificación política regional, nos muestra la falta de sentido de pertenencia por lo nuestro, por nuestra ciudad, por nuestro futuro y por nuestro propio bienestar.

Me atrevería a preguntar ¿Cuántos de ustedes han tenido la oportunidad de ver el vídeo en el cual el Río Manzanares arrastra toda NUESTRA basura a la bahía de Santa Marta? De seguro muchos lo habrán visto pero muy pocos se habrán auto responsabilizado de haber contribuido a que ese haya sido el resultado de nuestro propio desdén, desidia y displicencia con la sociedad. Sillones, refrigeradores, ropa, animales en estado de descomposición, hamacas, colchones y basura en general terminaron en nuestra bahía, todo ello como consecuencia de no tener la costumbre de guardar el envoltorio del dulce que compramos en el bus y preferimos tirarlo a la calle, de la servilleta que dejamos en el carro y la cual, al parecer, nos resulta más fácil arrojarla por la ventana antes que guardarla y tirarla en la caneca de nuestra casa, la bolsa de agua que compramos en el semáforo y que con tanto afán arrojamos a la acera, entre muchísimas otras formas de acabar con nuestra sociedad y con lo poco que los políticos de la región han construido para generar un ambiente creciente de prosperidad.

Ahora bien, no sólo hablamos de tirar basura a la calle como medio para obtener vergonzosas escenas como la del Río Manzanares arrastrando nuestra propia basura a nuestra propia bahía, ¿Suena ilógico?, pero es la triste realidad, pues también contribuimos activamente al deterioro de nuestra sociedad cuando barremos la terraza de nuestra casa pero preferimos rodar la basura hasta la casa del vecino para que sea él quien la recoja, cuando el taxi o el bus se detiene en la mitad de la calle a recoger o dejar pasajeros, cuando nos volamos el semáforo en rojo, cuando pensamos que la bocina del carro empujará a los demás carros e incesablemente nos quedamos pitando hasta que algo suceda, cuando no dejamos las bolsas de basura en el lugar en donde el camión las va a recoger, cuando no reciclamos, cuando no ahorramos agua, etc.

Esto, queridos y apreciados coterráneos, no es un regaño, aunque así lo parezca, pues sé que como muchos de ustedes yo me he equivocado con esas mismas acciones y el verdadero y único fin de esta sencilla columna es llamar a una auto reflexión, una que nos lleve a cambiar nuestro proceder, a enderezar el rumbo de nuestra sociedad y que, finalmente, nos guíe a aportar y no solo a quejar.