Cada día hay más apoyo internacional a los acuerdo de la Habana, a la iniciación del proceso de paz en Colombia. También cada día es más evidente que en donde hay dudas es precisamente en Colombia. El acuerdo perfecto no es, como toda obra humana.
Cuando las principales organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la CPI, el Economist, los líderes de los principales gobiernos de los países poderosos del mundo, han expresado de distintas maneras su acuerdo con los textos que serán sometidos al país para su decisión, en 2 de octubre, surgen muchas preguntas. La más obvia: ¿Será que el resto del mundo es estúpido? O puesto de otra manera: ¿Será que el único que tiene la verdad es el expresidente Uribe y sus seguidores? Y la tercera absolutamente necesaria: ¿Por qué será que precisamente las élites urbanas especialmente las de Bogotá, de Medellín y del Caribe, apoyan todo lo que dice el Centro Democrático, sin beneficio de inventario?
Una manera de entender esta paradoja frente a la paz, es que la diferencia entre el mundo y nosotros es que aquí median intereses, miedo a perder privilegios en una sociedad como la colombiana en la cual unos tienen corona y otros solamente espinas. Esos intereses entre los cuales predominan los políticos, de un ejercicio perverso de esta profesión que no piensa en el país sino en el poder de pocos, son los que apartan a sectores del país de lo que claramente ve y apoya el resto del mundo. Ellos no son estúpidos, simplemente por su mirada de lejos desprovista de muchos de los pequeños intereses de sectores nacionales, sí valoran lo que significará para Colombia empezar a construir una sociedad en paz.
Como el apoyo internacional no les importa a los del no, digamos que están en su derecho, pero por favor no hagan campañas diciendo mentiras que con seguridad muchos de ustedes no creen. Por ejemplo, decir que el presidente Santos es igual al presidente Maduro, es una afrenta a la más elemental inteligencia. Puede que muchas de sus actuaciones puedan criticarse, pero no es sino mirar la situación de Colombia y la de Venezuela. ¿Cuántos colombianos se están yendo para Venezuela, como sucedió cuando la bonanza estaba allá y no aquí? Y miren el panorama latinoamericano; sí, nuestra economía está desacelerada y el desempleo está creciendo cuando disminuye la tasa de participación laboral. Es decir, cuando tenemos un problema del trabajador desalentado, aquel que deja de buscar empleo porque no ve las posibilidades de conseguirlo. Pero miren el resto del mundo: estamos en el período de vacas flacas que desafortunadamente nos coincide con el mayor reto de nuestra historia reciente, reconstruir esta sociedad.
Por la forma como han expresado su apoyo a lo que sucede en Colombia, por su mirada más objetiva, el mundo no podría entender que nosotros los colombianos, después de haber pasado nuestras vidas en medio de esta confrontación que sacó a relucir lo peor de muchos, enterremos las posibilidades ciertas de iniciar una nueva etapa democrática, civilizada. Su reacción podría ser: los colombianos están locos, dejémoslos que se sigan matando entre sí. ¿Ha pensado en eso el no? Más le vale. Recuerden, el resto del mundo no es estúpido.