En Brasil no hubo golpe, pero juicio a Dilma fue político.

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Escrito por:

Hernán Gutiérrez Herrera

Hernán Gutiérrez Herrera

Columna: Opinión

e-mail: hernan.editor@gmail.com



Cuando se dice que la presidente cometió un delito, no se miente. Con toda certeza, el hecho de aprobar tres decretos que emitían créditos de bancos estatales al gobierno, sin haber recibido autorización del congreso, es un hecho ilegal según la constitución de este país.


Pero lo curioso es que este “delito” no fue el responsable directo por la salida de Rousseff.

Yo, por ser colombiano y vivir en Brasil desde el 2008, daré curso a un análisis en donde mostrará el verdadero motivo que produjo la destitución de la primera mujer a presidir el Brasil.

Lo cierto es que aunque el delito de responsabilidad fiscal existió, no fue este el motivo genuino para su salida del gobierno. La salida de Dilma sucede gracias a su falta de control sobre las bases aliadas en el congreso.

Si los acontecimientos hubiesen tenido escenario en otro momento en el cual, la ahora ex-presidente de Brasil, contase con respaldo político en el parlamento; esta demanda no habría pasado de primer debate. Es más, probablemente no hubiese sido admitida por los diputados.

Y esto fue palpable durante su juicio, pues gran parte de los senadores afirmaron en sus discursos que Dilma sería destituida por haber ejecutado un gobierno perjudicial para la economía del país, lo cual repercutió en la sociedad por medio de sus bajos índices de popularidad a partir del 2015.

Pero para entender en necesario contextualizar que esta inestabilidad política fue producto de la división del país luego de las elecciones del 2014, cuando Dilma logro reelegirse con poco margen de diferencia. Aliado a esto, se considera que la expresidente no fue sagaz lo suficiente para organizar su casa. El talón de aquiles lo tenía a su lado todo el tiempo.

Desde su primera elección, en el 2010, Rousseff transitaba sus articulaciones políticas con el entonces vicepresidente, Michel Temer; quien hoy ocupa la presidente de la república. Temer es un hábil político que fue escogido por el Partido de los Trabajadores para ser vicepresidente de Dilma justamente por poseer un amplio dominio de los sectores políticos en Brasilia.

Al haber sido presidente del congreso en tres oportunidades y ser la cabeza visible del Partido Democrático Brasilero, que posee la mayor bancada en el órgano legislativo, decidieron establecer a Dilma, una técnica por naturaleza, con Temer, un político tradicionalmente articulado.

Pero justamente, debido a un distanciamiento ocurrido entre Rousseff y Temer en 2015, el proyecto político se vino abajo. Dilma se quedó sin la base que la mantenía en el poder: perdió la intervención y la articulación de su vicepresidente. Se quedó sin fuerza política en el congreso.

Esto pasó en el peor momento de su gobierno. Justo cuando varios miembros de su partido fueron condenados por desviar dineros y cobrar propinas en obras de la estatal Petrobras. Al tiempo en que también la cabeza más visible de su grupo político, el ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva, era investigado por supuestamente haber recibido beneficios de empresas contratadas por el gobierno durante su mandato.

El escenario se configuró de la peor forma. La sociedad marchó, despreció la corrupción y la pasividad de Rousseff sobre los hechos de corrupción cometidos por miembros de su partido. Fue este momento el que la oposición aprovechó para castigar su distanciamiento político, admitiendo la denuncia por la promulgación de los tres decretos económicos de forma irregular. Denuncia con la cual movieron sus articulaciones políticas para destituirla.

Lo que se viene para el Brasil son más protestas. Aunque se vislumbre una recuperación económica a medio plazo, muchos ciudadanos están inconformes con el nuevo presidente de la república, por no haber sido elegido para ejercer ese cargo.

Según los juristas brasileños, este no fue un juicio criminal, fue un juicio político que le cobró el mandato a Dilma Rousseff.