La coherencia importa

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Los dos Danieles, padre e hijo, son personajes emblemáticos del periodismo colombiano. El padre, fue fundador de la Unidad Investigativa de El Tiempo que tanto bien le hizo al país y ha sido columnista por décadas del mismo diario. Junior, obviamente trata seguir los pasos de su padre, y ahí va.

Hablemos primero del padre. Es difícil entender cómo un periodista de la talla de Daniel Samper Pizano, a raíz de la nefasta llegada a la Presidencia de su hermano Ernesto, abandonara el periodismo investigativo y lo sustituyera por el periodismo vengativo. Ya ni el cielo está a salvo de sus juicios y condenas, y últimamente ha aventurado la tesis de que el cielo también está lleno de bandidos como su santidad Juan Pablo II, quien no merece ser declarado Santo. Si, como no.

Yo, al igual que Daniel Senior, creo que en efecto en el cielo hay muchos más bandidos que santos, pero a diferencia de él, sé que son bandidos arrepentidos y convertidos, y no los que él tiene en mente.

Tal vez el propósito de su tesis es lograr que si todos somos bandidos, tanto en el cielo como en la tierra, lo de Ernesto no se nota, o simplemente se convierte en algo anecdótico y sin importancia.

Por su parte, Junior, me dicen que trina con mucho ingenio por Twitter y acusa al señor Uribe de muchas cosas. Y en sus columnas en Semana, ni se diga. Nadie se salva. Justo es reconocerle a los dos Danieles, que en muchas de sus acusaciones no les falta razón, lo que si les falta en todas, es autoridad.

La autoridad -moral si se quiere- la da la coherencia vivencial de los principios ante todas las situaciones, y se pierde cuando uno cae en el relativismo moral de juzgar con un rasero distinto según sea el marrano. Los Danieles ven con toda claridad la paja en el ojo ajeno, pero llevan 16 largos años sin poder ver el mamut que Ernesto, cual Charles Atlas, se cargó en sus espaldas para llegar a la Presidencia.

Junior trina para decir que el señor Uribe fue el campeón de la corrupción, que en mi opinión si lo fue, pero no dice ni pío de su tío Ernesto, quien ocupa un no muy distante segundo lugar. Tal vez nadie le ha dicho a Junior, que cuando el niño terrible del liberalismo era presidente de Colombia, su Sancho Panza santandereano parecía un Papa Noel drogado, repartiendo y repartiendo con computador en mano generosas dádivas a los insaciables Mogollones de la época, o que su tío tenía un criadero de palomas que le salió caro al país, siendo la más cara de todas, la famosa palomita presidencial de Lemos. O que su tío Ernie, ha pronunciado las seis palabras más caras en toda la historia de Colombia: Aquí estoy y aquí me quedo. Palabras que le han costado al país sangre, sudor y lágrimas y un costo enorme en progreso y en oportunidades.

Junior acusa al señor Uribe de los falsos positivos, pero muy convenientemente olvida el asesinato de uno de los colombianos más valiosos durante la presidencia de su tío, el doctor Álvaro Gómez Hurtado, que es uno de los tantos muertos útiles inútiles que ha puesto este país. Crimen aún no esclarecido y por tanto no sabemos con certeza a quien le era útil su muerte, y la dejo ahí para no caer en calumnias.

Muy a pesar de los esfuerzos infructuosos de los Danieles, Ernesto no ha podido ser resucitado ni política ni socialmente. Ernesto es el único ex presidente colombiano despojado de toda dignidad, y no podría ser de otra manera, ya que mal podría tener dignidad como ex presidente, quien no la tuvo como presidente. Sigue siendo Ernesto, el único presidente colombiano a quien los Estados Unidos le ha quitado la visa, convirtiéndolo en un paria nacional e internacional. Y el único ex, cuya compañía es evitada en los eventos sociales a que asiste.

Creo que humanamente no es censurable, que los Danieles hayan optado por ser leales a sus afectos familiares y de ahí la causa de su ceguera. Esto hay que respetarlo. Lo que no se puede ser es incoherente como persona, y mucho menos como periodista. Dicho escuetamente, no les queda bien a los Danieles andar acusando a otros de corruptos ni cosas por el estilo hasta que reconozcan lo que llevan 16 años negando: la culpa y la responsabilidad de Ernesto en el 8.000.

Siempre hay opciones, y yo pensaría que Daniel Junior, mientras se decide a ser coherente, podría volver a ser el Hugh Hefner criollo, rodeado de las voluptuosas siliconas que tanto le gustan y escribiendo ingeniosas trivialidades y chascarrillos santafereños. En esto último los Danieles son muy buenos. Además, estoy seguro de que después del éxito rotundo del Yidispelote, esa cabecita traviesa, ya le tiene el ojo echao a Piedad Córdoba para una edición futura. Piedad, tenga piedad y no le acepte.

Y Daniel Senior, debería retirarse a la tierra de sus ancestros guajiros, colgar una hamaca y dedicarse a escuchar vallenato venteao y beber whisky del bueno, aunque sea de contrabando, para ver si así se le sale del alma esa gota fría que le ha robado la paz los últimos 16 años.

Para tranquilidad de los dos Danieles, aquellos que conocemos a la familia Samper, sabemos que Ernesto no es un digno representante de tan distinguida familia. Y sabemos que mucho va de un Tomás Samper Brush, de un Armando Samper Gnecco o de un Miguel Samper Agudelo, el gran ciudadano, a Ernesto Samper Pizano. ¡Dejémonos de vainas!