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Escrito por:

Andrés Quintero Olmos

Andrés Quintero Olmos

Columna: Pluma, sal y limón

e-mail: quinteroolmos@gmail.com



Unos dicen que es mejor que las Farc estén haciendo política que tirando balas. Obvio. Otros dicen que de igual forma las Farc nunca lograrán ser un partido importante en Colombia porque “ellos echan mucha carreta” y porque no representan a nadie.
¿Qué tal que estén equivocados? ¿Qué tal que las Farc si logren ser, en pocos años, una real alternativa de poder en Colombia?

Con un mínimo 10 curules en el Congreso aseguradas para los próximos dos periodos, más unas circunscripciones electorales con 16 curules a la vuelta de la esquina, un financiamiento estatal de 7 mil millones de pesos anuales para su partido y unos medios regionales que deberán reproducir su publicidad obligatoriamente, no parece descabellado afirmar que las Farc podrían convertirse en un partido igual de trascendental que el Partido Verde o el Polo Democrático en algunos años.

Por ejemplo, muchos decían que Petro no conseguiría nunca llegar a la Presidencia. Vean el resultado de hoy: tras un desastroso mandato en la Alcaldía de Bogotá, pero con eficientes populismos, Petro es hoy uno de los políticos con mejor imagen en el país con un 37% de favorabilidad, reflejado en la última encuesta de Gallup. Ahora imagínense a Petro en segunda vuelta con el apoyo de una izquierda unida y con las Farc democráticamente subsidiadas.

Ayer, ante el anuncio del fin del conflicto con las Farc, ningún medio internacional escribía que Colombia iba a ser el primer país en el mundo que iba a tener –constitucionalmente- a delincuentes de lesa humanidad como parlamentarios, a cambio de que estos dejaran las armas. Es que yo no sé si a la gente se le olvida las atrocidades que han cometido Timochenko y sus compañeros. Yo sé que el objetivo de este acuerdo es pensar en el futuro, en la reconciliación y en que no haya más matanzas y secuestros por parte de las Farc, pero ¿cómo soportar el hecho que los que ayer nos mataban ahora sean por derecho propio nuestros legisladores?

Está claro que el Congreso ya está lleno de ratas, pero ¿por qué quieren meterle más? ¿No es esto desinstitucionalizar aún más nuestras impopulares y mediocres instituciones? ¿Cómo podrá funcionar una sociedad que a cambio del silencio de las armas de los violentos tolere que estos lleguen a gobernarlos? Que alguien me explique cuál es la diferencia entre un dirigente Hutu que mató a miles de Tutsi en el genocidio de Ruanda y un comandante de las Farc que reclutó a miles de niños, mató a miles de civiles y secuestró, a veces por décadas, a centenares de inocentes. ¿No son ambos perpetuadores de delitos de lesa humanidad? ¿O es que hay unos de primera y segunda categoría?

No sé, la verdad, cómo votar ante este plebiscito donde las Farc seguirán armadas y, por tanto, influirán en las votaciones y en donde el Gobierno se gastará miles de millones de pesos en propaganda para venderles a los más ingenuos la panacea de la palabra paz. @QuinteroOlmos