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Escrito por:

Arsada

Arsada

Columna: Opinión

e-mail: armandobrugesdavila@gmail.com



En esta semana que pasó, dos noticias me conmovieron realmente en tanto me demostraban que no todo estaba perdido en este país; todavía tenemos ciudadanos con dignidad y coraje, pero también personas con la suficiente humildad como para reconocer sus errores y pedir por ello perdón.


En primera instancia me refiero al representante de la comunidad LGBTI, Yeison David Gallo, quien de manera valerosa se atrevió enfrentar a la jauría de intolerantes e ignorantes de lo que realmente está sucediendo en este país, en donde la desigualdad y la homofobia son silvestres. Este joven se atrevió a retarlos con su sola presencia, su brazo derecho en alto y en su pecho la bandera arco iris de su organización. Pero allí no terminó el asunto, posteriormente este marica (como le gritaban sus detractores) en un acto de generosidad sin límites y de verdadera ideología cristiana, a través del periódico digital Las Dos Orillas, los perdonó, incluido el chico de secundaria que le echó agua de dudosa procedencia en la cara y a su coordinador académico que le apoyó en tan grotesca actitud nada cristiana. Yeison David tiene claro que su gesto le podrá acarrear consecuencias, pero también es consciente que nadie merece vivir una vida llena de persecución, de temor y discriminación por tener unas características personales que ellos no han decidido. En su criterio Lgbti se nace, pero el ser homofóbico se elige. Yeison, ten la seguridad que no estás solo en esta lucha que hoy libra la comunidad Lgbti por la igualdad de género; actos valientes como el tuyo no hacen sino fortalecer esta lucha necesaria, heroica y por demás justa.

La otra noticia fue la carta que supuestamente enviara Rodrigo Tovar Pupo (alias Jorge Cuarenta) desde el sitio de su reclusión en una cárcel estadounidense, en la que paradójicamente también se encuentra preso Ricardo Palmera (alias Simón Trinidad). En ella, Tovar Pupo manifiesta que en aquella cárcel no hay diferencias entre izquierda y derecha, que allí son dos presos más a quienes tratan como a criminales violadores de derechos humanos y exportadores de cocaína. Y a pesar que sólo pueden hablar a gritos, manifiesta que eso no les ha impedido concluir que entre ellos existen ideas comunes y que sólo los dividían intereses distintos. Y pide a Dios que lo perdone y le permita no sólo conocer a ese hombre con el que habla a gritos y se identifica como Ricardo Palmera, sino también estrecharle la mano y sellar en un abrazo el perdón mutuo que se han profesado. Refiriéndose al pueblo elector, responsable de la refrendación de la paz, sólo les desea que Dios los ayude a discernir entre lo más conveniente para Colombia, pero que él personalmente de tener que hacerlo lo haría en favor del silencio de las armas, de un no más al llanto de los huérfanos, de las viudas y de los padres enterrando sus hijos. Y en un acto de humildad y contrición, sólo posible en un ser humano realmente arrepentido pleno de nobleza y dignidad, termina manifestando que lo cambiaría todo por una sonrisa y un buen abrazo a su hoy buen amigo Simón Trinidad.

Dejo constancia que tal documento fue cuestionado por la periodista de la W Camila Zuluaga, quien manifiesta que la misma parte de un falso supuesto al sostener que los dos personajes están en el mismo sitio de reclusión. Por internet pude averiguar que Trinidad se encuentra recluido en la cárcel de Florence en el desierto de Colorado pero de Jorge 40 curiosamente no encontré datos al respecto, lo cual me genera alguna suspicacia.

Solo con tolerancia y respeto, a los colombianos nos será posible acceder a la reconciliación que tanto anhelamos y necesitamos. No podemos insistir en la búsqueda de una armonía social de país con posiciones intolerantemente homofóbicas y excluyentes, no es honesto ni aconsejable para nosotros, mucho menos para nuestros hijos y nietos. Sin unas relaciones justas jamás alcanzaremos la paz.