El Carnaval de Pescaíto como ejemplo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Sobre el carnaval --sus orígenes, significado, desarrollo-- es mucho lo que se ha escrito. Podríamos, por ejemplo, explicar su influencia en la literatura, fenómeno que se estudia con el nombre de carnavalización y se refiere a la aparición de textos irreverentes insertados en obras cuyo contenido no necesariamente debe ser jocoso.

Es, en cierta manera, el entrelazamiento de lo popular con lo aristocrático. Apartándonos del origen religioso que tiene el carnaval, diremos que actualmente se aprecia en las manifestaciones carnestoléndicas de nuestros pueblos la 'burla permitida', diferente de la censurable falta al respeto mutuo.

Es importante destacar la intención que muchas agrupaciones han demostrado en el sentido de rescatar las festividades del carnaval en nuestra ciudad. Y no es un secreto para nadie que en años pasados Santa Marta disponía de salones populares para la realización de los bailes en el marco de este período de distensión emocional. Se habla de La Casa blanca (en la calle 30 con carrera quinta; hoy funciona allí una estación de gasolina), El Colonial (calle 19 o Tumba cuatro: locales comerciales por el frente y parqueadero en su interior), La Morita (gran parte de Almacenes Éxito del centro), los cines Paraíso (calle 12 o de la Cruz entre carreras cuarta y quinta; es un parqueadero actualmente) y Variedades (calle 11 con carrera cuarta, reformado para locales comerciales, sin uso). Los bailes en los barrios eran tradicionales y se realizaban en casas de familia.

De esas costumbres ya nada queda, pero es digno de elogio el interés que muchas juntas comunales y personas alegres por naturaleza han desplegado para revivir los carnavales en Santa Marta. Mañana --aunque muchos comenzarán desde esta tarde-- el desorden organizado reinará en lugares como Mamatoco, el centro y algunos barrios del distrito. Pescaíto, que decidió volver por sus fueros de años pasados, ha logrado aglutinar a sus habitantes alrededor de una fiesta que irradia alegría para toda la ciudad.

En efecto, a la 'Esquina de la alegría' (calle siete) llegan moradores de otros sectores para contagiarse con la algarabía de las carnestolendas pescaiteras. Allí no se olvidan de las coloridas comparsas que los habitantes del centro esperaban para verlas desfilar con sus siempre renovados disfraces. Ni de las tamboras… incansables en su recorrido a pleno sol, en competencia tradicional con otros grupos similares.

En el recuerdo están aquellos tiempos en los cuales, después de cuatro días de carnaval, los pocos diarios de la ciudad daban un parte positivo; si acaso algunas alusiones a riñas callejeras por razones triviales: disputas por envidia o chismes de vecinos, celos o infidelidades; algo normal e intrascendente. Pero los tiempos han cambiado.

Ahora, después de los días ruidosos, la gente corre a ponerse al día con las tragedias que cierran el balance de los carnavales. Los periódicos hacen su agosto favorecidos por la curiosidad morbosa de lectores ávidos de información 'caliente'.

La descomposición social que hace metástasis en el seno de la ciudad encontrará un freno temporal en esta pausa alegre que nos brindan los organizadores del carnaval en el barrio norte. Tenemos la esperanza de que ese balance sea positivo, como en décadas pasadas. La violencia ha de ser erradicada de nuestra ciudad y en estos días es el carnaval de Pescaíto el llamado a servir de ejemplo de confraternidad, como siempre lo ha sido.

Quienes organizan este evento alegre en el barrio como aquellos participantes que solo disfrutan del espectáculo se encargarán, --estamos seguros-- de probar que la tranquilidad ancestral de Santa Marta puede lograrse en estos tiempos de extrema incomprensión y de ciega intolerancia. Momo, Baco y Arlequín dirigen el jolgorio, pero también lo vigilan.